viernes, 29 de diciembre de 2006

Un mal día.


El avance por el páramo es lento y difícil. El caballo, con su jinete encima, arrastra cansino sus cascos y menea la cabeza bufando nervioso cuando el viento, que arrastra pequeños cristales de hielo, azota sus ojos y su hocico. El animal lleva un caminar pausado, casi resignado, como aquel que escapa de no sabe qué y avanza sin saber cual va a ser su próxima parada. Lo único posible, es seguir adelante.
El hombre luce en la cabeza, que ladea, un metálico casco que enfrenta al viento para protegerse de los pinchazos del hielo. Va cubierto por una gruesa y peluda capa de oso que le cubre desde los hombros a las rodillas y por donde puede verse asomar la brillante punta de una larga espada. En un costado cuelga un redondo escudo lleno de muescas y abolladuras y sobre su espalda, cruzada en bandolera, descansa una pesada hacha de guerra de dos filos, filos donde se escarcha la sangre de sus últimos enemigos. Aquel hombre era un guerrero.
De pronto tira de las riendas del animal que se detiene y ambos guardan silencio. Entre todos los susurros que traía el viento, le ha parecido distinguir voces y ruido de monturas. Intenta escrutar el horizonte pero apenas puede abrir sus ojos. Cree vislumbrar unas siluetas enfrente de él, a varios pasos de distancia, pero el viento y el hielo dibujaban mil formas alrededor suyo ¿cómo estar seguro? .
Si aún sigue vivo es gracias a su intuición y por haber aprendido a desconfíar hasta de su madre, así que por simple precaución, que más valen diez "por si acasos" que un lamento, se embraza el escudo en su siniestra y arma su diestra con la espada.
El caballo ya no arrastra los cascos, se le han erizado las crines, erguido las orejas y ahora su paso es firme aunque silencioso, pues como buen veterano, también presiente algo.
Voces y sonidos de patas se van volviendo más nítidos y lo que antes era una sombra indefinida entre el viento se ha convertido en una silueta nítida de jinetes, que avanzan al paso erizados de picas, hachas y espadas .
- Al menos son ocho o nueve. -Susurra a su caballo.- Y si andan a la intemperie con este maldito tiempo, no creo que estén dándose un paseo.
De repente los pasos se detienen. Los desconocidos también le han visto a él. Se escucha un grito en un idioma desconocido e inmediatamente rasga el aire el ruido de los aceros abandonando su vaina .
-Efectivamente, creo que las intenciones que traen, no son del todo buenas. -Vuelve a hablar con sucaballo.-
¿Qué hacer? -piensa.- ¿Enfrentarme a ellos? Eso es partida perdida de antemano. Son al menos ocho jinetes y aunque a esta distancia no distingo su bravura ni sus hechuras, al menos, ruidos de hierros si que traen consigo y si son algo curtidos, me arreglan los papeles en el acto. ¿Escapar? Tal vez. ¿Pero, a donde diablos voy a escapar en este maldito páramo donde siquiera hay un árbol a varias leguas a la redonda? Más temprano que tarde, acabaría dándome caza.
¡Maldita sea, pues! -Exclama en voz alta.- ¡Pues si voy a morir que sea cara a cara, no me dejaré matar por la espalda mientras huyo! ¡Por mi sangre, que hoy, más de uno ha de hacerme compañía en el juicio final!
Agarra las riendas con el brazo que porta el escudo y lanzando un feroz grito que le sale desde dentro mismo de sus entrañas se lanza al galope, espada en alto, en busca de lo que tenga que ser.
Cada vez está más cerca, casi distingue ya los rostros de sus atacantes que lucen un semblante tan feroz como el que, seguramente, él lleva. El choque está a punto de producirse. Se incorpora sobre sus riendas, echa hacia atrás su brazo, la espada apuntando al cielo dispuesta para descargar el primer terrible golpe y entonces.....
Todo ha cambiado a su alrededor. Continúa saliendo el grito de su garganta, continúa su salvaje cabalgada pero ahora grita en un aire limpio y templado y cabalga cerca de la rivera de un río, sobre un suave manto de hierba, donde apenas hacen ruido los cascos del animal. Sus enemigos han desaparecido y él se detiene con la confusión en su cabeza y el alivio en su corazón, lo cierto es que no le agradaba la idea de acabar destripado en medio de un páramo helado.
Descabalga y se acerca hasta la orilla del río. Tiene aún la boca seca de la tensión y el miedo y jinete y montura aplacan su sed con las cristalinas aguas que bajan cantando entre las rocas.
Hace calor y se despoja de su capa de oso haciendo un hato con ella que coloca en la grupa del animal. Coge las riendas y con ellas de una mano comienza a caminar. A unos cuanto pasos de allí se ve un puente y parece que alguien se mueve cerca.
-Me acercaré a preguntar a aquel hombre, a ver si él sabe darme razón de donde diablo nos encontramos. -Piensa para si-
Según va acercándose empieza a dudar si aquello que ve es realmente un hombre. Tiene forma de tal, con largos brazos y piernas, pero lo extraño es que tal vez son demasiado largos, pues aquel ser, casi doblaba en altura a nuestro guerrero.
Llegando un poco más cerca pudo verlo bien. Iba vestido con una tosca túnica sin mangas, de largo y aspero pelaje negro, que le llegaba hasta las rodillas dejando ver unas descomunales y sucias pantorrillas. Su cabeza la adornaba con la cabeza de un lobo, sin mandibula inferior, quedándole la superior a modo de visera y donde lucían unos descomunales colmillos.
Estaba de pié justo a la entrada del puente y en la otra orilla podía verse algunos tejados con chimeneas de donde salía humo.
Cuando nuestro soldado estuvo a su altura, el ser se volvió emitiendo un amenazante gruñido gutural. En su cara, oculta como estaba entre mandibulas de lobo y una barba de pelambrera que le nacía en sus pómulos y acababa en el pecho, apenas se podían ver unos redondos ojos negros, como los de un perro.
- Disculpe, buen hombre. -Dijo el guerrero por dirigirse a "eso" de alguna manera.- ¿Podría vos...?
No pudo decir más, el ser avanzó un paso y con uno de sus musculosos brazos levantó a media altura una descomunal porra de madera, tan gruesa como dos piernas, y rematada con clavos retorcidos de más de un palmo de largo.
- !Serénese vuestra merced¡ -Exclamó el guerrero retrocediendo y levantando las palmas de las manos.- No busco hacer mal a nadie. Sólo deseo pasar el puente y encontrar entre aquellas casas un lugar donde podamos reposar mi montura y yo.
- ¡Fuera! -Exclamó , mejor dicho, bramó la criatura.- ¡Este puente es mío y por él no pasa nadie que yo no quiera!
-Te repito que no es mi deseo hacer daño a nadie. Entonces... -Dijo el soldado aunque esta vez con la mano apoyada en su espada viendo el cariz que tomaba el asunto.- ¿Por qué motivo no puedo pasar por ese puente?
- ¡Porque yo no quiero! -Aulló el ser mientras levantaba la porra con ambas manos por encima de su cabeza dispuesto a descargar un terrible golpe.
Pero el guerrero, en guardia como estaba, no tardó en reaccionar. Rodó hacia delante esquivando el golpe que retumbó detrás de suyo. Después de la voltereta quedó firmemente plantado de rodillas a los pies del monstruo y con un rápido reflejo, desenvainó la espada y de un solo y certero movimineto, cerzenó el pie de la criatura a la altura del tobillo. Este, entre aullidos, se fue ladeando a un lado hasta desplomarse del todo haciendo el mismo efecto que un gran roble que acabaran de talar. Entonces, nuestro guerrero se incorporó, levantó la espada con sus manos dispuesto a rebanarle el pescuezo al abominable ser, cuando de pronto... todo volvió a cambiar.
Él estaba de pie, jadeando, con la espada en alto dispuesto a soltar el golpe fatal pero el monstruo habia desaparecido, y también el puente, y el río y la hierba e incluso su magnífico caballo tampoco estaba.
Ahora se encontraba solo, en la ladera de una montaña, en medio de un terreno pedregoso donde no había vegetación alguna y en el ambiente flotaba un extraño olor a azufre. Más arriba divisó lo que parecía la entrada de un cueva y fijándose mejor descubrió que de la hendidura abierta en la roca, también salía algo de humo por la parte más alta.
- Donde hay humo, suele haber personas. -Pensó asi que empezó a subir costosamente la empinada pendiente.-
De pronto, cuando ya divisaba practicamente toda la entrada de la cueva, algo pareció moverse en su interior a la vez que unos destellos luminosos deslumbraron en su interior. Algo raro sucedía así que empuñó con firmeza la espada y continuó ascendiendo con más cautela cuando un feroz y estridente rugido que salió de la cueva quebró el aire. Se quedó petrificado, expectante, poniéndose en posición de guardia con su arma.
Otro rugido más, una gran bola de fuego que sale del interior de la montaña y la cabeza de una descomunal bestia cubierta de duras escamas y con sus terroríficas fauces abiertas que asoma por la entrada lanzando mil llamaradas.
-¡Un Dragón... No puede ser, esto es demasiado! -Exclama nuestro guerrero.-
¡Maldita sea! ¿Se puede saber que tienes contra mí? ¿Qué demonios es lo que te ocurre? -Continuó chillando esta vez con la mirada en el cielo y los brazos en cruz, como si estuviera elevando una plegaria a algunos de sus dioses...
- ¡Qué dioses ni que ocho cuartos! ¡Estoy hablando contigo!
-¿Conmigo, cómo que conmigo?, pero si yo soy el que está contando la historia.
-¿No eres tú el que la está imaginando? -Dijo de nuevo el soldado mientras...-
-¡Qué dejes de comentar todo lo que yo hago! ¡Ya me he cansado de tanta tontería! ¿Se puede saber qué demonios te ocurre hoy? Me tienes saltando de una historia a otra sin decidirte por ninguna?
-Si, bueno, tal vez lleve una temporada un poco flojo. No tengo las ideas muy claras y me cuesta centrarme, pero supongo que ya se me pasará.
-Pues espero que se te pase pronto, es que a mí me tienes loco.
-Bueno... Ya sabes... Los problemas, la genta, la familia... Que en general las personas, lejos de apoyarte o comprenderte, tienden a hacerte más daño.
-¡Pues pasa de ellos!
-Hombre, eso se dice fácil...
-¡Qué sí, que te lo digo yo! Si con la gente que ahora conoces no estás agusto y no te entiendes, es mejor pasar y buscar gente más afín a tí.
-Tienes razón, lo voy a intentar. Oye, después de hablar contigo, me siento más inspirado. ¿Qué te parece si te imagino en un castillo para que rescates a una bella princesa cautiva?
-La idea no es mala pero yo por hoy he tenido bastante. Estoy un poco cansado.
-Vale, tienes razón, mañana lo intentamos de nuevo. Hasta mañana.
-Vale, quedamos en eso. Hasta mañana. ¡Ah oye..! A la princesa imagínatela guapilla, me gustan más bien morenitas, así como Haley Berry... ¿ok?
-ok.

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