martes, 4 de diciembre de 2007

¡Feliz Aniversario!

Si no me fallan las cuentas, hace ya un año que estoy aquí (¡Mierda¡ ¡Cómo pasa el tiempo!). Un aniversario no es algo baladí, es una hazaña de supervivencia y merece ser celebrada de alguna manera. Además, me ayudará a romper la maldita monotonía en la que últimamente, se han convertido mis días. Una dolorosa rutina que inunda mi espíritu y amortaja mi corazón.

El problema reside en… ¿Qué se puede hacer? Aquí, donde he quemado el último año de mi vida, no es un lugar que abunden las posibilidades y la cosa va a estar difícil.

Podía celebrar una fiesta y rodearme de gente. Pero por aquí son muy poco alegres y sé de antemano, que nunca encontrare gente en la calidad y cantidad adecuada, así que desechamos la primera idea.

Pudiera ser algo más íntimo, como una buena cena y una agradable velada. Aunque aquí ni dios sabe cocinar medianamente bien y la compañía que puedo esperar está al mismo nivel, es decir, muy mediocre.

Tal vez algún caprichito especial. Alguna chorrada que lleve tiempo pensando en pillarme y que no me había decidido hacerlo. Esto puede ser una buena excusa para animarme a hacerlo. La pena es que sigo olvidando donde me encuentro. Ni dispongo de pasta ni creo que haya muchas tiendas abiertas.

Pues nada, visto lo visto, me tendré que conformar con un tirón de orejas, una canción y darme por servido. Así que nada, a esperar a que lleguen y a celebrarlo.

Ya escucho los pasos que se acercan por el pasillo y como hurgan en la cerradura. La puerta se abre y aparece el hombre de todas las mañanas. Grande como un armario, con el pelo rapado a lo militar y vestido con su camisa y pantalón blancos. Enfermero creo que le llaman, aunque le pega más cancerbero.

-Vamos escoria.

Me dice con sus habituales modales a la vez que hace un gesto con la mano para que le acompañe.

Le observo desde el fondo de la habitación acuclillado y con la espalda apoyada en la pared. Me resisto a obedecerle, hoy quiero que sea un día especial y hasta que no tenga mi tirón de orejas y mi canción no pienso moverme de aquí.

-¡Vamos te he dicho! –Vocifera mientras se dirige hacia mí.- ¡Los demás ya están desayunando!

Sigo sin moverme, impasible, dispuesto a conseguir lo que quiero. El se agacha para agarrarme y obligarme a levantar. La camisa de fuerza que me aprisiona me impide poder agarrarlo con los brazos, pero no importa, ha acercado su cara hasta la mía y es entonces cuando aprovecho para tirarme sobre él y aprisionarle más de la mitad de la oreja de un mordisco.

El grita y se incorpora pero yo sigo aferrado a su oreja que siento como comienza desgarrarse entre mis dientes.

Al final, se separa de mí y me quedo con su trozo de oreja en la boca, mientras chilla como un cerdo en una matanza y sacude su cabeza salpicando de sangre las blancas y acolchadas paredes.

Yo quedo de pié en el centro de la habitación. Entre risas escupo el trozo de carne que aún tengo en la boca y exclamo:

-Ya tengo mi tirón de orejas… y ahora la canción. –Y a voz en grito comienzo a cantar.- ¡PORQUE ES UN MUCHAHO EXCELEEENTEEE, PORQUE ES UN MUCHACHO…!

Dos enfermeros que habían acudido por los gritos de su compañero y, supongo que también por los míos, irrumpen en la habitación y con la sorpresa reflejada en sus rostros me observan desde la puerta.

Dejo de cantar les miro y con la boca aún goteándome sangre ajena les digo:

-¿No me felicitáis? Hoy es mi aniversario… Hoy debe ser un día especial.

Y efectivamente lo fue. Se abalanzaron sobre mí y fue en el quinto o sexto golpe cuando la oscuridad se hizo a mí alrededor y ya no recuerdo absolutamente nada.


Nota: Hace un año que estoy “encerrado” en este blog donde, un buen día, decidí plasmar parte de mi locura… ¿O era de mi cordura…? Ya no me acuerdo.

El caso es que quiero agradecer a los pocos pero fieles parroquianos, la molestia que se han tomado leyendo mis humildes escritos.

Muchas gracias y un saludo a todos.