jueves, 22 de octubre de 2009

Buscando

La chica atraviesa la habitación con paso indeciso y vacilante. La estancia donde se encuentra es un lugar amplio, diáfano, con un alto techo abovedado y sin mueble ni columna alguna que entorpezca la visión. Las paredes, de aspecto acolchado como las de un psiquiátrico, son de un blanco níveo y reluciente que acentúa, aún más si cabe, la extraña luminosidad que lo invade todo y que no parece provenir de ninguna parte pues ni en techos ni paredes se observa abertura o foco de luz de donde pueda provenir esa diáfana claridad. Pero a pesar de todo, de ese gran vacío reinante, de ese espeso silencio similar al que se escucha tras una gran nevada y de esa fría luz, el lugar resulta ser extrañamente cálido y confortable.
La chica se detiene en el centro de la habitación y gira su cabeza a una y otra dirección para observarlo todo. En su rostro se puede ver desorientación e incertidumbre y los ojos reflejan la sensación de estar en un lugar familiar aunque no consigue recordar de qué. Bueno, realmente no consigue recordar ni su nombre, ni que es lo que está haciendo allí.
De pronto se da cuenta de la presencia de una persona. Se encuentra en un hueco de esquinas suaves y redondeadas, que se introduce en la pared. El hombre está de pié, de espaldas a ella y parece enfrascado en alguna ardua labor que ocupa por completo su atención.
Se dirige hacia él con pasos trémulos y cuando llega a su altura observa más detenidamente lo que hace. El hombre, rechoncho, de cabeza grande muy redonda y completamente calvo, lleva puestas unas raras gafas negras y un auricular, de esos con micrófono incorporado en la oreja de donde, muy atenuado, llega hasta los oídos de la chica el sonido metálico de conversaciones. Al parecer, estas voces deben de estar diciéndole cosas importantes pues está constantemente apuntando y anotando en pequeños papeles, como post-it, algunos de los cuales pega cerca de él, otros los despega y arroja al suelo y otros enrolla cuidadosamente e introduce en pequeños orificios abiertos en la pared. En ningún momento deja de apuntar y si lo hace es para coger algún post-it de la pared o alguno enrollado de los huecos y lo lee a través de su micrófono para que quien sea, lo escuche.
Después de contemplarle durante un buen rato, en que el hombre no deja de tomar apuntes ni de hablar ni un momento, y viendo que no reparaba en su presencia, la muchacha decide alargar su brazo y tocarle levemente el hombro. El hombre gira su cabeza algo sorprendido al verla, y sin dejar de apuntar y pegar papelitos en ningún momento, exclama:
- ¡Hombre. Tú por aquí! Ya era hora de que se te viera el pelo maja. Me han estado preguntando mucho últimamente por ti.
- ¿Ah sí? ¿Entonces sabes quien soy, me recuerdas?
El hombre, sin cejar un momento en su tarea, se gira un poco para mirarla y en su mirada, a pesar de las oscuras gafas, puede adivinarse asombro e indignación a partes iguales.
- Claro que sé quien eres. Yo no olvido nunca una cara ni un nombre. ¿Con quién crees que estás hablando? –Dice en tono enojado mientras vuelve a dirigir su mirada a lo que está haciendo.-
- Pues la verdad, y no te ofendas, es que no tengo ni idea de quien eres. Aunque si te sirve de consuelo, tampoco recuerdo quien soy yo.
El hombre menea su cabeza de un lado otra negativamente y sin parar y sin volverse le dice algo enojado.
- ¡Pues quien voy a ser! ¡Soy Memo! Memo, Memoria… por eso es imposible que me olvide de ti. – Su tono se suavizó aunque siguió trabajando de espaldas y sin mirarla.- De verdad que no sé que harás cuando desapareces, pero cada vez vuelves peor.
- Memo… Memo… -Repite la chica como queriendo recordar.-
- ¡Si mujer! Memo, Memo… -Chilló mientras alargaba un brazo para pegar un post-it y encogía el otro para poder leer uno de los enrollados.- ¡Y tú eres Inspi.! ¡Inspiración¡ ¿O es que no te acuerdas?
- ¡Sí! Inspi… -El nombre parece traer algún recuerdo a su cabeza y su rostro se ilumina con una sonrisa.- Sí.. Creo que algo me suena…
Estaba la muchacha en sus cavilaciones cuando sin saber muy bien de donde, apareció un hombre. Era alto, enjuto y de rostro afilado por una prominente nariz en cuyo arco apoyaba unas pequeñas antiparras cuadradas que ni de cerca abarcaban unos ojos saltones y curiosos. Venía algo apurado intentado que no se le cayera ningún libro, volumen o rollo que trataba de sujetar con sus dos largos brazos.
- ¡A ver Memo! –Se acerca gritando y sin reparar siquiera en la muchacha.- Me faltan datos. No me has dado toda la información que te pedía y así no se puede trabajar.
- Tranquilo que yo te he dado lo que tenía. –Responde Memo con tranquilidad y sin abandonar su constante tarea. Parecía acostumbrado a los ataques de genio del personaje.- Si no te he dado más es porque no había más.
- ¡Eso es inadmisible! –Bufa el hombre airado mientras caza al vuelo un libro que quiere caer al suelo.- Tengo un importante problema que resolver y con lo que tengo es imposible.
- Pues mira a ver si esto que me ha entrado esta mañana te sirve porque no hay más.
Dijo Memo cogiendo un rollito de un hueco de la pared y alargándoselo al hombre mientras que con la otra mano apunta algo que le dicen en la oreja. El hombre coge el rollo, no sin esfuerzo para evitar que se cayera alguna otra cosa, y comenzó a leerlo. Mientras Memo, imagino que viendo la cara de asombro de la chica por la aparición de ese personaje, le dijo en un susurro.
- Es Inteligencia. Un engreído pedante que se da muchos aires y que se cree el más importante de todos. Pero no se da cuenta de que sin mí y sin mi trabajo no sería absolutamente nadie.
- Bueno… Puede ser que esto me sirva para algo. –Dijo Intel mientras enrollaba de nuevo el papel, aparentemente muy serio pero que a duras penas podía disimular su satisfacción.- Pero la próxima vez será mejor que hagas tu labor con más diligencia.
Memo para un instante su inacabable tarea y a punto estuvo de volverse para decirle algo cuando Inteligencia se percata al fin de la presencia de la muchacha.
- ¡Vaya! ¡Mira a quien tenemos aquí! A doña Inspiración. – Dice mirándola por encima de las antiparras con aire displicente.- Ya era hora de que aparecieras. ÉL lleva un montón de tiempo preguntándose donde te metes. Aunque la verdad, no entiendo como puede poner tanto interés en algo tan imprevisible e inestable como tú.
Dicho esto se dio media vuelta y, sin dar opción a más, se marchó tan de improviso como había llegado.
Inspiración se quedó con un dedo en el aire y preguntando:
- ¿ÉL? ¿Quién es ÉL?
- ¿ÉL? ¿Quién es ÉL? –Repite dirigiéndose a Memo que sigue con sus notas y sus archivos.-
- De verdad chiquilla que a veces pareces tonta. ¿Pues quién va a ser? ÉL es él. –Dijo sin darse la vuelta pero alzando los dos brazos a la vez y apuntando al aire como queriendo abarcarlo todo.- ÉL es nuestro mundo, lo que nos rodea, somos nosotros o tal vez sería mejor decir que nosotros somos ÉL. En fin que estamos en su cabeza y dependemos de él tanto como él de nosotros.
Inspi se queda en silencio, pensativa, tratando de asimilar todo lo que está escuchando. Al fin, sin atreverse mucho, casi tartamudeando se decidió a preguntar:
- ¿Pero por qué soy tan importante para ÉL? ¿Qué puede tener una simple chica como yo que interese tanto a ÉL?
- Pues no te creas que también me he hecho yo veces esa pregunta. – Comenzó a hablar Memo haciendo, por vez primera una parón en su faena.- Creo que la principal razón por la que tú eres tan importante para ÉL es por su trabajo. ÉL se gana la vida escribiendo y en esa labor Intel y yo colaboramos cada uno con lo nuestro pero, por algún motivo que ignoro, nuestros resultados son planos e insulsos. Solamente tú, con esa rara habilidad tuya, eres capaz de dar brillantez y genialidad a un montón de datos ramplones. Sólo tú, en definitiva, eres capaz de dar corazón y alma a las historias. Darles vida. Por eso eres tan necesaria.
- ¡Caray! – Dijo Inspi casi en un suspiro. – Y cómo puedo lograr yo eso si tengo la sensación de que acabo de llegar a este mundo.
- No sé. Bastante tengo con mi trabajo. –Responde mientras reanuda de nuevo su frenético quehacer.- En eso no puedo ayudarte, pero lo que sí te digo es que esas pérdidas de memoria y desapariciones no creo que te ayuden en nada.
Inspiración baja su cabeza y queda en silencio, pensativa. ¿Qué tengo tan especial que me hace tan importante? Piensa mientras levanta sus manos y las mira. Continúa mirando sus brazos y luego todo su cuerpo que se palpa de arriba a abajo esperando encontrar algo que le hiciera merecedora de todo lo que escuchaba. Pero no veía nada. Era una chica corriente. Bastante atractiva eso sí y de cuerpo esbelto y bien proporcionado, pero no cree que sea eso lo que ÉL necesita de ella. Es alguna otra cosa pero se siente incapaz de descubrir el qué.
De pronto un gran alboroto saca a Inspi de sus elucubraciones. Unas voces y gritos llegan desde el otro lado de les estancia rompiendo el silencio del lugar. Inspi dirige allí su mirada y observa a un hombre que de pié y con los dos puños apretados chilla y maldice emitiendo gritos ahogados por su propia furia ya que mantiene tan apretado sus dientes que parecen a punto de quebrarle.
Inspiración con terror en su mirada y tartamudeando se dirige a Memo quien ni siquiera se ha inmutado.
- Pe… Pero… ¿Qué le pasa a ese?
- Es Sentimientos. – Contesta encogiéndose de hombros resignado mientras sigue archivando, pegando y tirando recuerdos. – Intenta no hacerle caso, no es de fiar. Es demasiado voluble. De repente llora o ríe o salta o grita como ahora. Procura ignorarlo.
- Es difícil ignorarlo. Esos gritos, esa expresión de furia. Nunca había visto tanta rabia en un rostro. Da miedo.
- Sí. Ya sé que es complicado no hacerle caso. Su estado nos influye demasiado. Él lo sabe y actúa como un tirano con nosotros, nos sojuzga y condiciona todos nuestros actos. Pero aun así créeme, en lo posible, lo mejor es hacer como si no estuviera.
- Vale. Pero cuándo dejará de chillar así. – Pregunta Inspi mientras intenta taparse los oídos para no oír aquellas desgarradoras voces.-
- Por las informaciones que tengo, ÉL se ha enfadado con alguien y está bastante cabreado. Pero no te preocupes, lo conozco y aunque muy explosivos, estos enfados no suelen durarle mucho.
Efectivamente al rato la tranquilidad y el silencio volvieron a inundar el lugar y todo parecía nuevamente en orden. Inspi, aprovechando la nueva calma, intenta poner en orden sus pensamientos y algunos recuerdos parece le comienzan a florecer en su cabeza, pero de repente tiene la sensación de que le falta alguien, un amigo, alguien que conoce bien y que sin su ayuda no podrá hacer nada. Sin embargo sigue sin recordar exactamente qué o quien es lo que le falta. Una voz desconocida que se dirige a Memo desvía sus pensamientos y se fija en el hombre que acaba de llegar. Delgado y de aspecto cansado viste un camisón de los de dormir con correspondiente gorrito con bola y todo.
- Hola Memo. – Dice mientras se despereza y abre su boca en un gran bostezo.- Empieza mi jornada. ¿Tienes algo para mí?
- ¿Ya estás aquí? Me alegra verte. –Responde Memo con una sonrisa.- ¿Ya se ha dormido ÉL? Hoy es más pronto que otros días.
- Sí. Ya sabes que cuando se mosquea prefiere irse a la cama y mañana será otro día. Pero bueno ¿tienes algo para mí o no? –Insiste mientras se rasca la cara con pereza.- Que va a llegar a la fase REM y no sé ni que contarle. Dame algún recuerdo que meterle en los sueños.
- Espera. Tengo yo más ganas que tú porque si ÉL duerme, yo podré descansar un poco y aprovechar para poner en orden mis archivos. Pero déjame antes que acabe con esto
De repente Inspiración, mientras escucha la conversación de los dos hombres, tiene la sensación de que una luz se ilumina en su interior y cree recordar al nuevo personaje.
- Tú eres Sueños Tú y yo solíamos hablar. ¿Verdad?
- ¡Hombre Inspiración! –Exclama el hombre que no había reparado en la presencial de la chica.- Hacía tiempo que no te dejabas ver por aquí. ¿Dónde has estado metida?
- Tú y yo hablábamos a menudo ¿Verdad? – Repite ignorando el saludo y la pregunta que le han hecho.- Me ayudabas con lo mío.
- Bueno a menudo, a menudo… Tampoco, pero sí que de vez en cuando hemos hecho alguna cosilla juntos. Pero normalmente no me necesitas. –Dijo Sueños reflejando sincera tristeza en su rostro.- Y eso que me gustaría. Lo que hemos hecho juntos le agradó mucho a ÉL. Pero de eso hace tiempo.
Inspiración se da media vuelta y deja a los dos hombres con su tarea. Presentía que estaba cerca. Comenzaba a recordar y las ideas fluían a su cabeza, pero seguía faltándole algo. Mejor dicho, alguien.
De pronto inspiración lo vio. Está en el centro de la habitación con la misma cara de despiste y desconcierto que seguramente tenía ella cuando llegó a aquel mismo lugar. No lo dudó ni un momento y salió corriendo hacia él. Cuando se encontraron cerca saltaron el uno sobre el otro, se abrazaron y comenzaron a hablar animadamente. A grandes voces y con grandes voces al principio y luego en susurros y cuchicheos que terminaban en grandes risotadas, alegras y sinceras.
Minetras Memoria y Sueños los observaban satisfechos, con la misma mirada de orgullo de un padre para con sus hijos.
- Dos grandes chicos. –Dice Sueños mientras estira desperezándose.- Cuando están juntos son capaces de hacer grandes cosas.
- Sí. –Apostilla Memo.- La verdad es que Imaginación es un chico tan raro y está tan loco como Inspiración, pero cuando se unen, son capaces de crear cosas maravillosas. Cosas incluso que ni Inteligencia ni yo llegaremos a comprender nunca ni a conocer su secreto.
Al cabo, Inspiración le da dos sonoros besos en cada mejilla a Imaginación y sale corriendo hasta donde se encuentra Sueños y Memo que siguen a lo suyo. Con una enorme sonrisa en su boca y los ojos relucientes de satisfacción la chica se acerca hasta Memo y la planta otro gran beso en su enorme cabeza calva.
- ¡Gracias! –Le dice.- ¡Ya lo tengo!
Sin esperar a que Memo saliera de su asombro se da media vuelta y dirigiéndose a Sueños le pone su brazo por encima del hombro y se lo va llevando mientras le dice:
- Hoy me vas a ayudar. Entre los dos vamos a darle algo a ÉL. Tú escucha lo que le vas a contar mientras duerme. Va de una chica, en una gran habitación blanca, que no sabe donde se encuentra y que trata de recordar que era lo ella hacía exactamente antes de olvidarlo todo y que gracias a unos personajes que va encontrando……..

domingo, 2 de agosto de 2009

La Imaginación de un NIño.

La habitación era como la de cualquier chico de su edad. Juguetes tirados por todos los rincones, algunos montículos de ropa esparcidos por aquí y por allá, unos libros en una estantería de la pared que crían polvo desde que acabaran las clases, un pequeño escritorio ocupado por la consola de juegos a la que dedica más tiempo del se creen sus padres… En fin. Lo normal para un chaval.
Sólo había una cosa en la habitación que no terminaba de encajar. Se trata de una persona que está sentado en la cama del crío. Parece un hombre algo mayor aunque no podría asegurarlo ya que su rostro apenas se le distingue bajo el ala de un sombrero que le tapa media cara y le hace sombra en la otra media. Lleva un abrigo con las solapas levantadas, largo, raído, que tal vez fue negro en su origen y se podría decir que su aspecto en general es bastan siniestro. Sobre sus rodillas, sujetándolo con ambas manos, sostiene un viejo saco de tela, tal vez arpillera, tan áspero y basto que sólo se utilizaría para guardar cosas inútiles como piedras o carbón.
Desde que lleva ahí está quieto, callado, con su cuerpo y la cabeza un poco vuelto a la izquierda y con el cuello estirado tratando de mirar por una ventana que está cerca de la cama. De repente, su cuerpo recupera su posición normal y se relaja. Vuelve la vista hacia un armario empotrado en la pared de en frente, al otro lado de la habitación, y su ronca voz rompe por primera vez el silencio:
- Ya puedes salir. Se ha ido.
El pomo del armario comienza a girar y se escucha el chasquido de la cerradura al abrirse. La puerta se abre un poco, apenas medio palmo y desde la oscura rendija alguien contesta al hombre del saco.
- ¿Estás seguro? Mira que si salgo y me encuentro con él en pleno día. Sería muy bochornoso.
- ¡Que salgas ya, pesado! ¡Siempre andas igual! –Bramó el hombre desde la cama- ¡Cómo se puede ser tan timorato!
Lentamente, la puerta se fue abriendo más y más hasta que apareció… aquello. Del armario emergió un terrible ser tan alto y corpulento que debía de mantener la cabeza algo ladeada para no darse en el techo. Su cuerpo estaba totalmente cubierto de gruesas púas como de un puercoespín y sus manos eran unas temibles garras de ocho dedos rematados en unas afiladas uñas. La mayor parte de su rostro, con tres ojos, lo ocupaba una gran boca de la que sobresalían unas puntiagudas fauces.
- Buff… -Bufó mientras movía lentamente su corpulencia por la habitación hacia una silla.- Desde luego esto últimamente es un sin vivir.
Giró su cuerpo enfocando su enorme trasero hacia la silla y comenzaba a descenderlo para sentarse cuando alguien chilló.
- ¡Eh… Culogordo…! Ten cuidado conmigo. Qué me aplastas. Que estoy sentado la silla.
El monstruo del armario dio un respingo y un pequeño salto pero suficiente para que todos los objetos de la habitación que no estaban anclados dieran un bote.
El hombre del saco meneó a un lado y oto su cabeza en un gesto de resignación y con una calma que estaba a punto de perder dijo:
- Siempre te pasa lo mismo…. Nunca te acuerdas del amigo imaginario y casi lo aplastas. Como siempre. Anda, siéntate en el suelo junto a tu armario y haz el favor de estar muy quietecito. Ya hemos armado demasiado jaleo.
Antes de que el monstruo del armario se hubiera acomodado en el sitio que le habían dicho, el hombre del saco volvió a hablar.
- Bueno. Todos sabéis porque estamos aquí. La situación de un tiempo a esta parte se está volviendo insostenible. Creo que ya ha llegado el momento que todos temíamos. –Hizo una pausa. Apoyó los codos sobre las rodillas, juntó las puntas de sus dedos y en tono muy solemne continuó.- El niño…. Nuestro niño… Ya no es tan niño.
- ¡Bah! No puede ser. Es verdad que ahora a veces se queda dormido con la puerta del armario abierta. –Dijo el monstruo del armario que todavía no había encontrado postura y se revolvía incomodo.- Pero tú míralo. Si sigue teniendo una cara de criajo que no se aguanta.
- No te fíes de su cara inocente. –Parecía que la voz salía de la silla pero era el amigo imaginario quien hablaba.- Ahora los chavales maduran en seguida. Además yo creo que no usan tanto la imaginación como antes. A mi hace bastante tiempo que no me hace ni caso.
- ¿Y qué opina de todo esto alguien debajo de la cama? –Interrumpió el monstruo del armario.- Todavía no ha dicho nada.
El hombre del saco negó con la cabeza.
- No está. Alguien debajo de la cama se ha marchado.
- ¿Cómo dices? –Exclamaron los otros dos casi al unísono.- ¿Cuándo ha sido?
- Anoche estuve hablando con él antes de que se marchara. Dijo que ya no lo soportaba más. Que ya no recordaba la última vez que el niño miró para ver si había alguien debajo de la cama y que si el niño no mira a ver si hay alguien debajo de la cama, entonces él es un don nadie. Su permanencia no tiene sentido. Además. – Hizo una pequeña pausa y agachó la cabeza.-
- ¡Además que! –Apremiaron los otros.-
- Además dice que hace tiempo, desde que no mira debajo de la cama, que le viene oyendo unos ruidos raros. Unos ruidos de muelles acompasados que suben y bajan y luego unos suspiros y gemiditos… Vosotros ya me entendéis.
- ¿Qué quieres decir? ¡Que nuestro niño se hace… ¡ -Exclamó el monstruo poniéndose casi de pie.- No lo puedo creer –Dijo dejándose caer de nuevo.-
- ¿Y que iba hacer alguien debajo de la cama? -Pregunta el amigo imaginario que parece no pillarle de sorpresa la afición del chico.- ¿A dónde piensa ir?
- Me dijo que iría a la habitación de la hermana pequeña. Ha dejado la cuna y ya duerme en una cama. Espera poder ser su alguien debajo de la cama.
- Pues me temo que lo lleva claro. El otro día me di yo una vuelta por el armario de la pequeña y ya hay un monstruo metido. Están las cosas muy difíciles. – El monstruo del armario hizo una breve pausa pero insistió de nuevo. No quería darse por vencido.- Pero no. No puede ser. Eso no quiere decir que esto se acabe. Acuérdate. Hace años que dejó de creer en los reyes magos y mira, nosotros seguimos aquí. Seguro que esto es algo pasajero y todo volverá a ser como antes. Como cuando no se dormía si estaba la puerta del armario abierta.
- Lo de los reyes magos es diferente. –Dijo con cierto tono de ternura el hombre del saco.- Los reyes magos es una fantasía externa. Es creada desde fuera y en su imaginación crece de un modo, digamos que artificial. A nosotros nos ha creado él, por eso nuestra fantasía le dura más. Pero esto se acaba amigos.
Todos callaron y agacharon la cabeza dejando perder su mirada lejos, muy lejos, allá donde están los recuerdos de cuando ellos todavía eran alguien en la imaginación de un niño.
De pronto la puerta de la habitación se abrió de golpe. Todos dirigieron su vista al hueco que se acababa de abrir y allí de pié, mirándolos, estaba el niño.
Se hizo un tenso silencio. Los tres seres observaban al crío sin saber que hacer ni que decir, y el niño los contemplaba con los ojos como platos y la boca muy abierta. Pero el primer momento de sorpresa pasó y el crío reaccionó.
- ¡Pero se puede saber que narices estáis haciendo todos aquí sin hacer nada! A ver tú –Apuntó con el dedo al hombre del saco.- Creo que mi madre dijo que te iba a llamar, que mi hermana no quiere comer. Tú, monstruo del armario, a ver si te decides, sales del armario de una vez y dejas de marear la perdiz, que para eso de salir del armario ni los famosos le dan tanta bola al asunto. – Y dándose media vuelta añadió.- ¡Así que arreando que es gerundio!
Los demás se quedan de una pieza. Todos menos el amigo imaginario que titubeando le dice:
- ¿Y yo? ¿Me puedo quedar?
El chaval se dio media vuelta y con media sonrisa en la cara le contestó:
- Ah tú. Ya no me acordaba de ti. Además es que casi no te veo. Verás, es que tengo un nuevo amigo. Bueno, mejor dicho es una amiga y lo mejor de todo es que no tiene nada de imaginaria, es muy real y se puede tocar. –Levantó las manos haciendo un gesto de palpar algo y sin dejar la sonrisa y guiñándole un ojo añadió.- Tú ya me entiendes.
Tardaron un rato en reaccionar después de que el muchazo cerrara la puerta tras de si. Fue el hombre del saco el primero en hablar.
- Está claro… Se ha hecho mayor.
Los demás se limitaron a mover afirmativamente sus cabezas y lentamente se levantaron y se fueron.
Una pena, pensaba el hombre del saco, un niño menos y un adulto más. El mundo es hoy un poco peor.


martes, 2 de junio de 2009

El Juego de Ajedrez

El muchacho tiene 11 años aunque como es menudo y bajito engaña con su edad y aparenta alguno menos. En lo que no engaña a nadie y en lo que todo el mundo coincide es que el chico es un poco cortito, un poco lento de ideas, que le falta un hervor, como suele decir de modo despectivo alguno de los mayores que le rodean. Pero a él ni le importa ni le afecta, sobre todo porque ha aprendido, como sistema de defensa, ignorar a aquellos que no le interesa hasta un punto tal que logra hacerlos desaparecer del feliz mundo en el que vive inmerso.
Ahora se encuentra en el salón de su casa y está dedicado a uno de sus pasatiempos favoritos, el juego de ajedrez. Nótese que digo el juego de ajedrez y no jugar al ajedrez pues el chaval no tiene ni idea de cómo se juega al ajedrez y sin embargo pasa largas horas disfrutando como un gato con un ovillo. Empieza colocando las fichas sobre el tablero, esto correctamente pues ha visto como se hace en algunas fotos que se ha molestado en buscar, y entonces da comienzo las más feroces batallas que su cabeza pueda imaginar y os aseguro que su imaginación funciona muy bien, demasiado bien diría yo. Sentado frente al tablero comienza a mover las fichas, según un orden que sólo él conoce, profiriendo gritos de aliento, risas de victoria o quejidos como los daría aquel que es herido en plena trifulca. Acostumbra a alternar los bandos porque le gustan tanto las fichas blancas como las negras. Las blancas por ser elegantes, gallardas pero muy contundentes y las negras porque le parecen sobrias, calladas pero poderosas.
Aquella tarde, fría y lluviosa de invierno, también se encontraba en la casa su hermano. Es algo mayor que él y acostumbra a no hacerle demasiado caso, cosa que él agradece, sin embargo aquel día, fastidiado y aburrido por no poder haber salido de casa, su hermano llevaba ya un rato moscardoneando a su alrededor sin más oficio ni beneficio que molestar a su hermano menor.
El crío lo ignora, que como he dicho es de las cosas que mejor saber hacer, y continúa enfrascado en la crucial batalla en la que se haya envuelto, pero eso sí, sin perderle de vista por el rabillo del ojo en ningún momento.
Hasta que llegó un momento en que el mayor, algo molesto por la indiferencia de su hermano decide intervenir y arrebatándole de la mano la torre que se disponía a mover le espeta:
- ¡Pero qué demonios haces! ¡Así no se juega al ajedrez! ¡No tienes ni idea!
El pequeño, con tranquilidad, le mira con sus grandes ojos redondos y le contesta:
- Es igual. Yo juego a mi manera porque es como sé y me gusta. ¿Qué más da?
- Pues no. No da igual. Al ajedrez hay que jugar como es. Si no puedes estropearlo.
- Vaya tontería – Contestó sin mucha convicción, pues él era el tonto y su hermano el listo, sin embargo estaba casi convencido de que le mentía.-
- No es ninguna tontería. A ver. –Insiste su hermano colocando con un golpe en el tablero la torre que le había quitado y moviéndola de atrás adelante y de izquierda a derecha en horizontal, arrastrando en su movimiento algunas de las otras piezas.- La torre solamente se puede mover así.
- Pero…–Dijo el niño sin dar crédito a lo que estaba escuchando.- Eso no puede ser, es imposible.
- Pues es así. Qué tonto eres. ¿Por qué va a ser imposible?
- Pues porque una torre es imposible que se mueva así de ligera. –Cogió la ficha que aún sujetaba su hermano y se la puso delante de la cara.- Mira. ¿No la ves? Una torre está hecha de piedra, es algo pesado, macizo, poderoso. Sus movimientos son pesados y lentos y sólo puede moverse una casilla de cada vez. Eso sí, la tienen que comer dos veces, una sola vez no es suficiente. ¿No ves que es una fortaleza?
- Eres más retrasado de lo que pensaba. Eso te lo has sacado de la manga.
- No. De la manga no. Eso es lo que dice la lógica. ¿O no?. A ver, dime tú cómo se mueve el caballo.
El mayor agarró el caballo e hizo el movimiento.
- Pues el caballo se mueve así. Dos cuadros saltando en horizontal y otro cuadro saltando a un lado o a otro.
- Ja,ja,ja.. –Comenzó a reírse el pequeño mientras lo apuntaba con el dedo.- Me tomas el pelo. ¿Dónde has visto tú un caballo que pueda saltar de lado?. Va a resultar que el tonto aquí eres tú.
El niño quitó el caballo a su hermano con aire de suficiencia y comenzó a moverlo por el tablero imitando los brincos que daría un caballo de verdad.
- ¿Ves? Un caballo se mueve así. Saltando sobre las demás piezas, con poderío, como haría un caballo de verdad. Eso sí. Un caballo no puede ir hacia atrás por lo que para dar la vuelta tiene que gastar un movimiento para girar sobre si mismo. Pero lo que si puede es llevar un peón consigo, montado en su lomo, como los caballos de verdad.
- Podría mejor llevar un alfil. ¿No? –Dijo con un deje de guasa.- Total los peones no valen nada. Sólo sirven para ser sacrificados.
- ¿Sacrificados? –Repitió el pequeño horrorizado.- Pero sin son las mejores piezas de todas. Son los más importantes, si no estuvieran en rey no podría existir. Son los que hacen las labores difíciles, el trabajo más sucio y todo por lealtad. No puedes sacrificar a las personas que te son leales. Me parece muy cruel.
El mayor miraba al pequeño sin acabar de creer lo que estaba escuchando. Tenía que reconocer que la convicción con la que hablaba el pequeñajo y su lógica, inocente pero aplastante, le estaba haciendo dudar. Pero esto solamente en su fuero interno y estaba dispuesto a seguir rebatiendo todo lo decía ese renacuajo. Él sabe que las normas no son así y que antes muerto que dar la razón a su hermano pequeño. Se frotó la cara con un gesto de paciencia y tratando de guardar la serenidad preguntó.
- Vale, vale… Y dime ¿cómo se mueve la reina?
- Pues la reina se mueve así. –cogió la pieza para enseñárselo.- En zig-zag, con elegancia, contoneándose, con un poco de coquetería, como le gusta hacer a la mujeres.
El mayor no pudo por menos que esbozar una sonrisa.
- No. También estás equivocado. La reina es la pieza más fuerte de todas y su principal cometido es defender al rey.
La cara de estupor que se le puso al crío no tenía fin mirando a su hermano mayor de hito en hito
- Pe… pero… Eso sí que es mentira. Es el rey quien tiene que proteger a la reina. Siempre ha sido así. El caballero protege a la dama. El más fuerte defiende al más débil. Y un rey tiene que ser fuerte. El más fuerte. Para eso es el rey. Además lo he leído en los libros de aventuras y un hombre para ser como debe ser tiene que proteger a su dama y mirar siempre por su bienestar y con mucha más razón si este hombre es el rey.
- ¡Ná! –Le espetó su hermano a la vez que le hacía un gesto de desprecio con su mano.- Eso son ñoñerías que ya no se llevan.
- Pues deberían llevarse. –Insistió el pequeño.- A mi me parece que es algo bonito.
- ¡Pues no! –Chilló su hermano dando muestras de haber perdido definitivamente la paciencia.- Al ajedrez se juega así, porque así son las normas y porque te lo digo yo. Y sino juegas al ajedrez como yo te digo no puedes jugar. Estarías incumpliendo las normas de siempre y eso está mal muy mal e irás al infierno.
El niño lo miraba haciendo fuerza en su garganta para que no saliera un llanto aunque sus ojos se le comenzaban a anegar de lágrimas. No entendía porque no podía jugar a su manera. Es una manera mucha más lógica que la que dice su hermano y además no cree que le haga daño a nadie y eso es lo más importante. ¿Qué le importa al mundo lo que yo haga o deje de hacer mientras no me meta con nadie?
El niño se hizo mayor y a lo largo de su vida se dio cuenta que aquello sería una constante. Todo aquello que saliera de las normas preestablecidas no estaba bien visto, no era bueno, ni tampoco era justo, Para nada importaba su lógica, su modo de ver las cosas o su justicia. Y no era porque su punto de vista fuera mejor o peor, simplemente ocurría que era diferente. Por cierto, el niño nunca más volvió a jugar con el ajedrez.

viernes, 20 de marzo de 2009

La Última Llamada

- Servicio de emergencias 112, buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?

La voz era femenina, joven y sonaba agradable, aunque casi siempre en este tipo de sitios las voces son agradables.

- Si buenas tardes. Verá, yo llamaba porque estaba dando un paseo por el campo, siguiendo la vía del tren, y me he encontrado a una persona muerta que...

- Bien. Usted tranquilícese…

¿Por qué me interrumpe y por qué me dice que me tranquilice, yo no estoy nervioso? Bueno, dejaremos que siga hablando…

- Lo que quiero es que se asegure que esa persona que usted dice está muerta, lo está de verdad. Tiene que estar completamente seguro.

- Sí, le aseguro que está muerta ya que….

- De acuerdo, pero quiero que se cerciore usted bien. Debe de constatar que ni tiene pulso ni respira. Le pido por favor que se aproxime al cuerpo y se asegure.

Ya entiendo. Está siguiendo un protocolo y por eso le da lo mismo lo que le diga. Ella va punto por punto siguiendo el manual que tiene delante.

- Muy bien señorita. ¿Y a qué trozo de cuerpo debo de aproximarme? ¿Al que tengo como a unos diez metros de mí y que es más o menos del pecho hacia abajo o al que tengo enfrente de mí que es un torso humano y que donde debería estar la cabeza lo que hay es un amasijo sanguinolento de trozos de hueso y cerebro?

- Ejem.. Bien… Bien… Ejem… creo… creo que efectivamente debe de estar muerto..

Ahora la que se ha puesto nerviosa es ella, aunque al menos he conseguido que me preste atención. ¿Qué le dirá el manual que tiene que hacer ahora?

- Muy bien caballero… Usted tranquilícese…- Joder. Pues sigue con que me tranquilice - Dígame exactamente el lugar donde se encuentra para que podamos enviar a alguien.

Vaya, pues ahora que lo pienso esto sí que es un problema. Llevo casi dos horas andando, más o menos paralelo a las vías del tren, y no tengo la menor idea de donde me encuentro.

- Pues no sabría darle un nombre del lugar o una ubicación exacta. Estoy en mitad de ningún sitio. Calculo que unos diez kilómetros siguiendo las vías del tren por la salida norte de la ciudad…

Me costó al menos quince minutos hacerme entender. Menos mal que a la voz agradable se le ocurrió pasarme con un policía de la zona, que conocía algo el lugar, y más o menos creo que ya saben donde me encuentro.

- Bien caballero. Ya salen hacia allí. Por favor, aguarde cerca del lugar y mantenga su teléfono móvil encendido.

La voz agradable me leyó así la última línea de su manual y se despidió de mí. Bueno, tengo que cargarme de paciencia y sólo me queda esperar. Me sentaré sobre la vía de espaldas al cuerpo. No es un espectáculo nada agradable, a verdad.

Espero que no tarden mucho, si al menos no lloviera. Hace una media hora que comenzó a llover y no tiene pinta de parar. Todavía estoy oyendo las palabras que decía ayer el hombre del tiempo; “Parcialmente nublado con grandes claros. Escasas probabilidades de lluvia”. Pues esas escasas probabilidades se han ido a juntar todas encima de mi cabeza. ¡Maldita sea mi cochina suerte! Desde esta mañana que abrí los ojos para ver los luminosos números del despertador parpadeando delante de mi cara y comprobar que era una hora y media más tarde de lo que quería haberme levantado, supe que hoy no iba a tener un buen día. Al menos gracias a eso, mi innata desconfianza se puso en alerta y me puse una ropa adecuada que me está manteniendo seco.

- ¿Te dijeron si iban a tardar mucho?

Escuché la voz a mis espaldas y mi corazón y mis piernas dieron un brinco girándome hacia el lugar del que venían esas palabras. Pero no había nadie, sólo el cuerpo de aquel infeliz.

- ¿Quién anda ahí?

- Pues yo. ¿Quién va a ser? Aquí sólo estamos tú y yo.

El pánico comenzó a apoderarse de mí y sino es por la temblequera que invadió mis piernas, desde luego que hubiera salido corriendo. Me estoy volviendo loco o el muerto está hablando conmigo.

- Es… es… imposible. Tú no puedes estar hablándome.

- Claro que estoy hablando contigo. No sé porqué te extraña tanto.

- ¿Qué por qué me extraña? Pues no sé que decirte… Tal vez porqué tienes el cerebro esparramado por la vía… Creo que eso es una buena razón. ¡Además, no sé que coño hago hablando con un guiñapo!

Me giro dispuesto a alejarme de allí, pero la voz insistía.

- No me ha gustado que me llames guiñapo. Creo que deberías de tener un poco más de respeto, al fin y al cabo estoy muerto.

Me detengo en seco y me vuelvo de nuevo hacia a él.

- Vale, tienes razón. A lo mejor me he pasado. Pero tú mismo lo has dicho. Estás muerto. No puedo estar hablando contigo. No entiendo que está pasando aquí.

- Bueno, no te preocupes. Ya lo entenderás. El caso es que te decía que si iban a tardar mucho en venir. Creía que todo esto iba a ser más rápido. Yo me tiro, el tren me golpea y se acabó. Después oscuridad, silencio y descanso. Pero ya veo que no es así. Espero que cuando me recojan y me entierren al fin pueda descansar.

Estaba empezando a acostumbrarme a hablar con él y mi conciencia me decía que debía de esperar allí hasta que viniera alguien, así que decido sentarme a su lado.

- Entonces, por lo que dices, no ha sido un accidente. Te has suicidado.

- Sí.

- Qué locura. Nunca he entendido a la gente que hace eso.

Saco mi paquete de tabaco y por costumbre y por estar todavía algo conmocionado por la situación alargo un cigarrillo hacia el amasijo de carne ofreciéndoselo. Oigo como se ríe.

- Ja, ja…. No, gracias. Quiero dejarlo. Podría matarme. Ja,ja.

- Bueno, al menos veo que el humor no te falta aunque sea del negro.

Enciendo un cigarro, le doy un par de fuertes caladas y mientras expulso el humo le pregunto.

- ¿Y qué te ha empujado a hacer esto?

- No hay una única razón para hacer algo así. Son muchos motivos los que se te van a acumulando día a día, mes a mes durante muchos años. Pero básicamente, si hubiera que resumirlo de algún modo, te diría que lo hice por que mi presente era una mierda tan blanda que resultaba imposible levantarse un futuro.

- ¡Y tú que sabes! Nadie puede adivinar el futuro. Nunca se sabe lo que pueda pasar mañana. Tal vez las cosas cambian y puede que mejoren…

- Vale, vale… - Me interrumpe.- “Tal vez…” “Puede…” demasiadas vagas esperanzas. La fe la perdí hace mucho tiempo y el día a día se ha vuelto demasiado doloroso como para esperar a ver que pasa.

Meneo la cabeza mientras la inclino y aplasto la colilla humeante con la punta de mi zapato.

- Sigo sin entenderlo. Pienso que la vida tiene demasiadas cosas bonitas como para perdérselas. Creo que el futuro siempre te sorprenderá, unas veces no será bueno y lo pasarás mal, pero otras veces será para bien y eso te compensará todos los malos ratos pasados. Cuando muera no lamentaré perder las cosas que conozco y he pasado, lamentaré perder todo aquello que aún desconozco.

- Muy bonitas palabras. Pero qué pasa cuando todo a tú alrededor se desmorona. Cuando ya no puedes creer en la gente en la que antes creías. Cuando ves que es inútil cualquier intento que hagas por salir del agujero. Cuando un nuevo despertar, un nuevo día no significa más que otro montón de largas y dolorosas horas que transcurren lentamente dejándote una profunda herida en tu cuerpo y en tu mente. Acaso tú nunca lo has pasado mal, acaso tú nunca has pensado alguna vez que estarías mejor muerto.

Guardo silencio sus palabras me hacen reflexionar y un montón de ingratos recuerdos asaltan mis pensamientos

- Pues ahí has dado en el clavo. – Contesto con una socarrona media sonrisa en mi boca.- Lo cierto es que estoy atravesando una racha bastante fastidiada y que me parece que ya dura demasiado. Y sí… reconozco que en alguna ocasión he contemplado la muerte como una opción para poder descansar…

Nuevamente el silencio me rodea y tan solo escucho el sonido de las gotas de lluvia sobre mi capucha y el ruido de mis pensamientos. Sacudo la cabeza a un lado y a otro para escapar del trance en que parecía inmerso y continúo hablando.

- Pero no… Sigo pensando que la vida tiene aún cosas que ofrecerme y quiero verlas mientras mi cuerpo me lo permita. ¡El suicidio no es una opción válida¡ Antes me llevo delante al causante de mi desgracia que matarme yo. Hay que ser valiente y echarle huevos a la vida. El suicidio es escapar, es huir. Eso es cosa de cobardes.

- ¡Joder cobarde! Pues no veas lo que me costó tirarme al tren. Me decidí en el último segundo, cuando casi había pasado. Salí de detrás de aquel árbol y me tire a las ruedas tan de repente que no creo que al conductor le diera tiempo ni de verme. Seguramente por eso no ha dado aviso y llevo tanto tiempo aquí tirado. Hablando de aviso… Estos llegan de una vez o no llegan… Estoy harto de mojarme.

En ese momento comienzo a escuchar ruido de sirenas y entre los árboles veo destellos azules de un coche que se aproxima. Cada vez los veo más cerca y apenas transcurren unos instantes cuando comienzo a escuchar voces.

- Por fin hemos dado con el cuerpo.

Dice uno de los policías mientras coge su radio para comunicar algo.

- Sí. Pero donde estará la persona que nos ha llamado. – Oigo que dice su compañero.- Debería haberse quedado aquí esperándonos. Tenemos su número de teléfono ¿Verdad?

El policía saca el móvil de su bolsillo y escucho como pulsa los botones. Después un instante de silencio y al momento la melodía de un móvil se oye insistente en el aire muy cerca de ellos. Ambos se quedan helados, se miran el uno a otro y luego dirigen su mirada al lugar de donde proviene la musiquilla.

- ¡Oye tú! ¡El móvil lo tiene el fiambre!

Se aproximan al cuerpo mientras la melodía sigue sonando y uno de ellos introduce su mano el bolso superior del chubasquero que lleva puesto el cacho de cuerpo. Con la boca abierta saca el móvil que deja de sonar en el momento en que su compañero presiona el botón de colgar. Ambos se quedan en silencio, con cara de sorpresa hasta que uno de ellos habla.

- Bueno. Está claro. Nos llamó y luego se tiró al tren.

- Puedes ser. Pero yo estuve hablando con él y no parecía una persona que fuera a matarse. Además me dio detalles muy exactos de cómo había quedado el cuerpo. Los dos trozos, el cráneo aplastado, su posición… No sé… No entiendo quién hizo entonces la última llamada?

Mientras tanto yo, tirado en el suelo partido a la mitad, empezaba a entenderlo aunque me costaba comprenderlo. Finalmente mis pesares, mi tristeza, mi lado oscuro y negativo pudo a mi parte positiva, al optimismo y a mis ganas de vivir… Estoy muerto ¡Mierda¡ Y encima sin poder descansar en paz ¡Maldita sea otra vez mi cochina suerte!