martes, 29 de mayo de 2007

Una Nueva Vida

Da gusto despertar por las mañanas después de un placentero y reparador sueño y observar que todo sigue en su sitio, todo está bien y la tranquilidad impera a mí alrededor. Sin preocupaciones y con las responsabilidades cumplidas, me espera otro tranquilo y sosegado día en la placentera comodidad de mi hogar. Estoy contento con la vida que llevo y el sitio donde vivo. Es un lugar acogedor y confortable. Siempre hay la temperatura perfecta, ni mucho frío ni mucho calor. Está algo retirado, no tengo vecinos a la vista y en general reina el silencio apenas interrumpido por un suave sonido de algún motor o maquinaría que no logro identificar. Es como un leve traqueteo rítmico que lejos de molestarme, me relaja y ayuda a serenarme cuando me concentró en escucharlo. En fin, que no puedo estar más satisfecho con mi pequeño cubículo. Aunque tal vez tenga ese defecto, que creo que se me va quedando pequeño, pero por lo demás es perfecto.

Bueno, habrá que pensar en comer alguna cosa…

De repente escucho un ruido extraño. Ha sonado como si algo grande se rompiera o rasgara. Nunca había escuchado nada así… ¿¡Qué ocurre!? Una especie de corriente está tirando de mí. Me empuja, es muy fuerte, no puedo estar quieto en un sitio, me arrastra. Intento sujetarme a las paredes, al suelo pero es inútil, lo que sea sigue tirando de mí con una fuerza descomunal. Me aferro a donde sea, clavo las uñas en cualquier cosa que está a mi alcance pero nada detiene mi avance. Un torbellino me succiona e irremediablemente me veo cada vez más cerca de la salida. ¡No quiero salir! ¡No quiero que me obliguen a salir de aquiii!

De pronto, en el punto al que me dirijo sin remisión, empiezo a ver una rara luminosidad, una extraña luz que hace un momento no estaba y cuanto más me acerco a ella más grande y cegadora se torna a la vez que me cuesta cada vez más respirar. De pronto, sin saber de donde ni como, surgen de la nada unas frías manos muy desagradables en su tacto, me agarran sin contemplaciones y me sacan completamente fuera de mi hogar. ¡Cielo santo! ¡Que frío hace aquí afuera! Estoy desnudo y en el exterior hace un frío de mil demonios. Me empiezan a temblar los brazos y no puedo pararlos además no puedo respirar, hago esfuerzos pero empiezo a echar de menos el aire dentro de mi cuerpo y la necesidad de respirar se hace cada vez más apremiante. En ese instante, algo me agarra por los pies y con increíble fuerza me levanta de un tirón dejándome colgado cabeza abajo a merced de todo el mundo… Pero yo en lo único que pienso es en coger aire… ¡Quiero respirar¡ ¡Siento que me voy a morir!

De pronto descargan un brutal golpe sobre mi cuerpo indefenso y otro y otro … Ya no aguanto más y grito. Grito con toda la rabia y desesperación de la que soy capaz. Grito con un chillido largo y agudo que me sale desde lo más profundo de mi cuerpo y entonces consigo, por fin, que el aire entre en mi interior. Cuando el nuevo oxígeno llena otra vez mis pulmones lo extrañan y me da la sensación que abrasa mi interior. Pero tengo que respirar y me esfuerzo en dar otra bocanada y otra más y poco a poco mi cuerpo se va acostumbrando de nuevo a recibir aire.

¡Estoy muerto de miedo! ¡Qué clase de tortura cruel es esta! ¿Y por qué a mí? ¿Qué he hecho para merecer semejante escarnio?

Con infinito horror contemplo que esto no ha acabado. Sigo cabeza abajo y veo que se aproximan a mí con un cuchillo. ¿Qué van a hacer? ¡Me van a cortar! ¡Aay! Me hacen un corte a la altura del estomago y aunque no puedo ver que me han hecho me ha dolido y noto como algo de sangre resbala por mi cuerpo.

Me han bajado de donde me tenían colgado pero comienzan a zarandearme, pasando como un muñeco de mano en mano hasta que de pronto siento unas manos nuevas, desconocidas, con un tacto diferente. Estas manos no son tan frías ni desagradables como las otras que tenían un tacto gomoso, es más, su contacto es calido y suave y transmiten una ternura que nunca antes había sentido. Me tranquilizo un poco y dejo de patalear. Las nuevas manos conducen dulcemente mi cabeza hasta su pecho y la calidez que comienza a invadir mi cuerpo es muy reconfortante. Siento un dulce beso lleno de ternura en mi pelona cabeza y con cuidado la apoyo en su seno. El olor que desprende esta piel me resulta familiar y comienzo a oír un sonido que conozco. ¡El bombeo de aquel motor que oía en mi hogar! Está aquí otra vez. Como agradezco oírlo… su suave “bum, bum” actúa como un bálsamo para mí, ya empiezo a estar más tranquilo, mi irrefrenable llanto va cediendo y me relajo entre la suavidad de la piel que me envuelve y la ternura de los brazos que me cogen. Todo esto me es muy familiar. Me tapan y empiezo a notarme otra vez como en mi antiguo hogar. Este calor, este sonido, ¡cómo lo echaba de menos!… Incluso hasta estoy empezando a sentir hambre, hace tiempo que no como nada. Me muevo, agito mis bracitos y lloriqueo un poco, tal vez así me hagan caso. Parece que funciona, siento un pecho cerca de mi cara. Veo un pezón sonrosado, suave y transmite un dulce olor que me abre aún más el apetito. Me agarro a él con las dos manos, abro la boca y comienzo succionar su tibia leche. ¡Humm… qué delicia! Creo que me acostumbraré pronto a esta nueva vida…

sábado, 26 de mayo de 2007

"GABO"

Hurgando en un cajón he encontrado una antigua fotocopia, un viejo folio mil veces doblado y arrugado y donde pueden leerse una serie de cortas reflexiones escritas por Gabriel García Marquez. Las escribió en un momento muy amargo de su vida, pensaba que se moría y como duro hombre que es, quiso con sus palabras lanzar un grito de vida y esperanza al mundo. Son unas palabras, que como todos los grandes pensamientos, han debido de brotar desde el dolor más profundo, pero también desde un coraje infinito.
Hoy no serán mis palabras las que llenen este blog(que más quisiera yo que mi cabeza fuera capaz de parir semejantes palabras) Como mi imaginación anda vacía, mi alma se encuentra huerfana, mis dedos se cansan de teclear y la apatía general me rodea de forma agobiadora, quiero yo también gritar estas palabras al aire y que la esperanza y fuerza que transmiten me sirvan a modo de catarsis purificador para alejar de mí, y de una vez por todas, a mis fantasmas.
No hablo más. Ruego absoluto silencio. Escuchad todos muy atentos. Habla el maestro "Gabo"

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Si dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera.

Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos setenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.

A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.


Amen¡

domingo, 13 de mayo de 2007

Mi Amigo

Me gusta este sitio. Es un antro como otros muchos de los que se ocultan en las calles más viejas de una ciudad. Con el devenir del tiempo ha sido tasca, taberna, mesón y ahora, y como suena más moderno, es un “Pub”. Aunque la verdad, pocas cosas han cambiado con todas estas transformaciones, tan solo el nombre de lugar y las caras de los que habitan tras de la barra.

No han cambiado los parroquianos que lo frecuentan. Gente del barrio, de pocas palabras, mucho alcohol y algo de coca, que a base de horas y partidas han dejado sus posaderas marcadas al fuego en los taburetes del tugurio. Personas que con un leve meneo de cabeza y un gruñido al entrar, dan por cumplido el siempre engorroso trámite del protocolo social.

Tampoco ha cambiado el olor del lugar, una mezcla de humedad, humo y alcohol barato todo esto aderezado, al compás que marca la puerta del servicio, con oleadas de ambientador de water. Ni ha variado la escueta iluminación del sitio, unas pocas bombillas de luz amarilla y atenuada por la suciedad y un letrero de neón que cuelga de una pared y que los primeros dueños lo verían con las todas las letras encendidas pero al que yo siempre he visto con apenas un par de ellas encendidas. Aquella eterna penumbra es de las pocas cosas que provocan alguna voz entre los habituales del sitio pues se quejan, y con razón, que apenas pueden ver el naipe que pinta en la mesa, a lo que el jefe, dando por zanjado el asunto, siempre les contesta lo mismo:

-¡Y pa’que queréis más luz! ¡Total… pa’lo cai que ver!

Y en eso, razón no le falta al hombre.

Hoy no sé cuantas horas hace que estoy en este taburete con los codos apoyados en la barra. Ni recuerdo tampoco las copas que llevo tomadas, ni siquiera sé si es de día o de noche, pero hoy estoy compartiendo alcohol, humo y conversación con mi mejor amigo y todavía no tengo ganas de marcharme.

-¡Jefe, pónganos otra copa a mi amigo y a mí!

El jefe comienza a llenar con hielo un vaso largo y vuelto de espaldas oigo que pregunta.

-¿Y tu amigo…? ¿También va querer una copa?

Miro extrañado a mi amigo, ladeo mi cuerpo hasta que mi hombro se apoya en el suyo y con una sonrisa le susurro casi en la oreja:

-Creo que no le caes bien. –Vuelvo a enderezarme y alzando mi voz exclamo.-Claro que para mi amigo también, te he dicho que nos pongas una copa a los dos.

Obediente, coge otro vaso y comienza a preparar la segunda copa. Se acerca a nosotros y acompañado del tintineo del hielo pone el par de whiskys sobre la barra.

-Puede que no te guste mi amigo… -Le digo cuando está en frente de mi.- pero has de saber que a esta persona que ves aquí, la conozco desde antes que tu nacieras y el tiempo me ha demostrado que su amistad es sólida e inquebrantable, de las que ya no quedan, de esas que saben celebrar contigo tus éxitos pero que no te abandonan en tus fracasos. De esas amistades de verdad, en las que sobran las palabras, en las que está todo dicho y que simplemente sentir su respiración a tu lado, en esos momentos difíciles, actúa como bálsamo reparador para tu ánimo. –Echo mi brazo sobre el hombro de mi amigo.- Me siento muy honrado de contar con su amistad.

-No… Si yo no le digo que me guste o me deje de gustar.-Me dice el Jefe un tanto azorado mientras se rasca el cogote.- Lo que ocurre…

-Lo que ocurre, -No le dejo terminar y le interrumpo.- Lo que ocurre es que estáis olvidando lo que es un amigo de verdad. Ahora un amigo vale lo valga su coche, su piso o su posición social. Ahora, la cantidad de amigos que tiene una persona aumenta proporcionalmente al saldo de su cuenta corriente. Habéis olvidado lo que es una verdadera amistad.

Acabo de soltar el discurso, levanto mi copa la hago sonar con la de mi amigo, que continúa entera sobre la barra y de un solo trago la dejo a la mitad.

Observo al jefe. Él también me mira y aunque su boca parece querer hablar, su gesto indica que es mejor callar y se da media vuelta.

Doy un codazo a mi amigo y en voz alta para que me oiga le digo:

-¿Ves? Este no ha tenido un amigo de verdad en su vida.

Se gira hacia nosotros. Esta vez sus palabras salen a tropel sin nada que las frene.

-Mira ya me he cansado. ¿Pero no te das cuenta de que estas solo? ¿No ves que a tu lado no hay nadie? ¿No ves qué estas como una puta cabra?

-Pe…pero… ¿Qué dice este loco? ¿Le estás oyendo? Dice que no estás aquí…

Levanto mi codo buscando el contacto del de mi amigo pero no encuentro la resistencia que esperaba. Giro la cabeza y me quedo de una pieza, con la boca abierta. A mi lado sólo hay un taburete vacío y media docena de copas enteras, junto a otras tantas vacías que hacen fila sobre la barra. Me pongo de pie de un salto y giro la cabeza esperando ver a mi amigo que iba al servicio o que sé yo, pero allí sólo estaban los de siempre mirándome y que al verme girar agacharon la cabeza.

-Pero… pero no es posible, estaba aquí conmigo. Llevo toda la noche bebiendo y hablando con él. –Me dirijo al jefe.- ¿Tú me has visto con él…Verdad?

El jefe agacha la cabeza y más sereno y algo avergonzado me dice:

-No, no lo he visto. Ni hoy ni ninguno de los días que has venido diciendo que él te acompañaba.

-Pero nos has puesto copas, hemos hablado y hasta nos hemos reído.

-Mira, me caes bien y aparte de tu rareza de hablar solo y hacer gestos como si estuvieras con alguien, nunca has dado guerra ni has causado problemas. Yo te seguía la corriente porque no pareces mala persona y porque tengo dos clientes en el sitio de uno pero todo este tiempo, yo sólo he hablado contigo y me he reído contigo.

-¡No puede ser! ¡Yo no estoy loco! –Me dirijo a unos que jugaban a las cartas cerca de mí.- ¡Vosotros lo habéis visto! ¿Verdad?

Me niegan con la cabeza y con los ojos.

Me dirijo hacia la salida donde se sienta otro parroquiano. Siempre está allí, al lado de la puerta, vende coca y ese es su puesto, él tiene que haberlo visto.

-Tú le has visto… A que sí…. Siempre estás aquí.

Levanta la cabeza, el agujero de su nariz está blanco. Me mira con los ojos llorosos y acompañando del ruido de sorber mocos me hace un gesto negativo con la cabeza mientras con la mano se sujeta su dolorida “tocha”.

-Tú lo que estás es colgao, tronko. -Me dice.-
-¡Nooo! ¡No puede ser!

Gritando salgo corriendo a la calle. Es de noche, ha llovido y pisando charcos recorro la calle arriba y abajo con la esperanza de ver doblar por alguna esquina a mi amigo. Nada, no aparece. Ya sé, tengo que tener su teléfono grabado en móvil, de un amigo así tengo que tener su número. Saco el móvil y accedo a la agenda. Con nerviosismo repaso varias veces mi lista de teléfonos y nada… tampoco aquí encuentro rastro de él. Con un grito lanzo el móvil lo más lejos posible de mi.

Sólo tengo recuerdos en mi cabeza y poco a poco se difuminan hasta casi olvidar su rostro

No puede ser verdad lo que me ha dicho, yo siempre he tenido a mi amigo. Nadie nunca me ha demostrado lo que él. Todo el resto de personas que conozco me han fallado, traicionado y abandonado.

Que ironía más dolorosa, mis falsos amigos resulta que son reales y mi amigo de verdad ha resultado ser imaginario. Él era mi único y auténtico amigo y lo he perdido.

Caigo de rodillas sobre un charco y empiezo a llorar desconsoladamente. Algo se ha roto en mi interior y sube en forma de dolorosa congoja desde mi estomago hasta mi garganta rompiendo en unas interminables lágrimas.

Odio al jefe, lo odio con toda mi alma. Me ha abierto los ojos y aunque me ha sacado de mi locura y ha logrado que vea las cosas tal y como son, yo era mucho más feliz antes en mi ignorancia. Ahora puede que esté cuerdo… pero me siento completamente solo.