miércoles, 7 de mayo de 2008

PREDADORES

Se encuentra solo, atrapado. El lugar donde ahora se halla oculto parece seguro de momento y acostado en un rincón del pequeño cubículo gime y se lame las dolorosas heridas que esas malditas bestias le han provocado.

Tiene miedo Está atento a todo lo que ocurre a su alrededor y cualquier leve roce o el más minúsculo ruido que llega hasta sus oídos, hace que estalle en una excesiva reacción de terror emitiendo un sinfín de extraños sonidos a la vez que comienza a recorrer a saltos el pequeño escondite golpeando todo lo que encuentra y lastimándose aún más.

Se esfuerza por recordar el tiempo que lleva en esa situación, perseguido y acosado por unas fieras salvajes, pero es incapaz de recordar desde cuando ocurre y tiene la amarga sensación de que esto le lleva sucediendo toda la vida. Los recuerdos de una vida tranquila, en su ambiente, junto a los suyos se van desmenuzando. Tiene que esforzar su maltrecha cabeza para encontrar aquel añorado tiempo de normalidad y ya tan solo recuerda el triste momento en que aquellas bestias comenzaron a rodearlo.

Desde entonces todo han sido persecuciones, tensión y peligros. Además, para su mayor frustración, casi todos sus intentos por poner fin a ese cruel acoso, habían acabado en un tremendo fracaso. Fracaso provocado principalmente por la situación de tensión y estrés a la que era sometido no permitiendo que su inteligencia e instinto funcionara correctamente y aquellos pésimos intentos por escapar provocaban el efecto contrario, que sus implacables perseguidores incrementaran aún más su voraz persecución.

Por un momento olvida sus heridas, las nuevas parecen que empiezan a sanar y las antiguas, aunque le siguen doliendo, ha aprendido a vivir con ellas y comienza a prestar atención a lo que ocurre a su alrededor. Hace ya un rato largo que no percibe nada y todo parece tranquilo. Con mucha precaución y sin hacer apenas ruido, se levanta lentamente y con sumo cuidado echa un vistazo al exterior. No se ve nada extraño y nada parece perturbar la serenidad de aquella tranquila noche. Necesita salir y ese parece un buen momento, no debe de faltar mucho para el amanecer y sus implacables perseguidores también necesitan descansar y ocuparse de otros menesteres, toda su vida no va a ser perseguirle a él.

Se arma de valor, respira hondo y con gran cautela sale de su escondrijo y poco a poco va bajando en dirección a la salida.

Ya se encuentra abajo del todo y vuelve a mirar a su alrededor antes de ponerse totalmente a descubierto. Todo está tranquilo, y simulando una serenidad que no tiene, empieza a caminar hacia la salida con paso decidido.

Ya puede ver al fondo la gran puerta acristalada del hotel donde se encuentra. Cada vez ve la salida más cerca y nadie le ha molestado hasta el momento, está convencido que lo va a conseguir. Sólo le queda superar el último obstáculo, la puerta es de esas giratorias que no le gustan nada y le producen cierta sensación de claustrofobia. Pero no importa, no se ve a nadie afuera y va a poder salir y ser libre aunque sólo sea por esa noche.

Agarra la puerta, comienza a empujarla y se introduce en el pequeño hueco acompañando al giro de la puerta con pequeños y acompasados pasos.

Ya está. La abertura de la salida comienza a abrirse. En su deseo de salir, agacha un poco la cabeza y con el hombro empuja un poco más fuerte para acelerar la salida de esa mini prisión, cuando de repente, una luz le deslumbra. Levanta la cara y otro fogonazo más, que le da en pleno rostro, le ciega y le hace trastabillar en el reducido hueco que aún se encuentra. Comienza a caer y otro fogonazo más y otro más, y sin saber todavía de donde vienen y antes de que termine de caer al suelo, aparecen una nube de fotógrafos y cámaras que con sus flash y sus focos deslumbran al hombre que comienza a rodar por el suelo entre los pies de aquella gente sin que nadie haga nada por ayudarle y tan sólo ocupados en tratar de sacar el mejor plano de cómo un hombre, venido a menos, acaba por los suelos. Seguramente -empiezan a comentar - después de haberse corrido una de sus muchas y orgiásticas fiestas que llevan un tiempo siendo la comidilla de la ciudad.

El hombre trata de levantarse pero cada intento es un flash más en su rostro, un ardiente foco sobre su cuerpo, un micrófono acercándose a su boca mientras escucha a las fieras de alrededor rugir una pregunta tras otra.

¿No habías dejado de drogarte?

¿Sabe tu ex que estabas en este hotel?

El hombre consigue al fin incorporarse y sacando fuerzas de flaqueza consigue apartar con sus brazos a los dos carroñeros que tiene enfrente abriéndose un hueco entre ellos y consiguiendo escapar de aquel ataque.

¡Encima nos ataca! –Oye que rugen las fieras mientras comienza a correr.- ¡Si estamos trabajando! ¡Este tío mañana sale en portada… a por él!

Y una vez más la persecución se inicia. El hombre corre, corre por las calles tratando de escapar de esos miserables predadores que buscan carnaza para poder alimentar su insaciable y voraz apetito y mientras corre llora y mientras llora empieza a dibujarse en su cabeza la escopeta de caza que cuelga de una pared de su salón. De repente se para, deja de llorar y una sonrisa comienza a dibujarse en su rostro y es que está imaginando como serán los titulares que aparecerán mañana… con mucha sangre y vísceras, como le gusta a estos malditos predadores.