jueves, 5 de diciembre de 2013

Cuando los Dioses se Aburren

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Que un dios bostece no es bueno. Que lo haga varias veces seguidas es un pésimo presagio y si además quien emite esos profundos, graves y prolongados bostezos es Zeus, dios de dioses, entonces la catástrofe es segura  sólo falta saber qué, dónde y cuándo.
-    ¡¡Me aburro!!
Bramó el padre de dioses con su poderosa voz haciendo temblar los cimientos del mismo Olimpo. Sus acólitos y la pequeña corte que le acompañaban, héroes, musas, ninfas, otros dioses, etc., conociéndolo como lo conocían, comenzaron a abandonar sigilosamente el lugar escabulléndose en silencio entre las columnas de marfil, las gradas de mármol,  los tronos de oro y la vaporosa atmósfera cargada de nubes de aquel lugar. Todos temían lo que pudiera pasar y nadie quería quedarse para averiguarlo. Ni Ares, dios de la guerra, que se alejó caminando de espaldas, sin perderlo de vista y con la mano apoyada en su mágico arco, ni Hermes, el de los alados pies, que levantó silencioso vuelo. Tampoco Hera, su hermana y esposa, quiso saber nada convirtiéndose en humo que se cuela entre las rendijas o su hija Afrodita, que simplemente se desvaneció en el aire, deseaban estar presentes cuando su adorado pero también temido Zeus empezara a hacer de las suyas.
Tan solo Hades, dios del inframundo y hermano del Crónida, decidió quedarse sentado sobre su trono esperando a ver que pasaba. También Hades le teme, ¿quién no teme al hacedor de truenos? Pero su desgana, su curiosidad y, sobre todo, su interés le empujaron a quedarse. Sabe que las salidas de tono de su hermano siempre conllevan funestas consecuencias. Guerras, cataclismos, enfermedades, muerte… es decir, el caudal del río Aqueronte a rebosar y eso para Hades es pura música.
Ya sólo quedan ellos dos y desde su asiento Hades guardó silencio y observó a Zeus como, vestido con su túnica blanca de vaporosa tela que parecía que apenas rozaba el suelo, ligeramente encorvado y con las manos en la espalda, paseaba arriba y abajo sobre el níveo mármol de aquella estancia mientras que, entre barbas, no dejaba de mascullar.
-    Malditos humanos. Me aburren. Ya no son lo que eran. Algo no funciona. Algo no va bien. –Se detiene y baja su mirada para clavarla en un pequeño estanque mágico que hay a sus pies y en cuyas argentinas aguas puede observar todo lo que en ese momento está ocurriendo en la tierra.- ¡Ahí los tienes! Se cansan, se acomodan, dejan de luchar, de sufrir y por consecuente dejan de creer en nosotros. La molicie les invade, ya no importa las tierras que pueda acaparar tal rey o tal cacique, que aquella doncella sea secuestrada o las calamidades que puedan caer sobre su cabeza, se acostumbran, se adaptan y viven con lo que haga falta sin necesidad de nada más. –Con furia levanta su brazo aprieta el puño y un rayo descarga  sobre las, hasta entonces, prístinas y tranquilas aguas que ahora se levantan y agitan con furor. Al tiempo, en la tierra, los humanos sufrieron un devastador terremoto.-
Hades se divertía, a duras penas podía ocultarlo. El ver al todopoderoso Zeus, señor del cielo llevado por la furia era un espectáculo digno de contemplarse, no había duda, pero creyó el momento de intervenir así que levantándose y dirigiéndose hacia donde el estaba le habló de esta manera.
-    Calma querido hermano, calma. Si sigues así los humanos no podrán divertirte pero tampoco aburrirte porque acabarás con todos ellos.
Zeus giró su cabeza extrañado y miró a Hades como si acabara de darse cuenta de que estaba allí.
-    Puede que tengas razón. – Bufó Zeus indignado aunque su rostro pareció serenarse y sus puños aún apretados se relajaron. –
-    Si mi poderoso hermano quisiera compartir sus tribulaciones conmigo, tal vez juntos pudiéramos hallar una solución a lo que te quebranta. –Dijo Hades en conciliador tono de voz al tiempo que se paraba junto a su hermano frente al estanque.- 
-    ¡Pero míralos¡ ¿Es qué acaso no los ves? ¡Míralos! ¡Míralos!  –Habló el padre de dioses con su rostro aún rojo de ira y dirigiendo las palmas de sus manos abiertas hacia el estanque.- Ahí los tienes.  Viviendo tranquilamente ajenos a su vecino, a lo que les rodea y, lo peor de todo, de espaldas a nosotros. Yo no quiero esto. Quiero guerreros batiéndose continuamente, quiero odio entre pueblos, quiero que las afrentas no se olviden a pesar del tiempo o la distancia que pueda haber. Quiero fanáticos dispuestos a sufrir y a morir en mi nombre sin dudarlo, sin importar la excusa. Quiero que su propio odio, su avaricia y ferocidad les lleve irremediablemente a implorarme, a suplicarme.
Hades esbozó una amplia sonrisa y en tono de confidencia de dirigió a Zeus
-    Tal vez, querido hermano, tenga yo una idea que pueda servirte.
Zeus le miró entre extrañado y curioso y con solemne gesto de cabeza le conminó para que siguiera hablando.
-    Es un plan laborioso y necesita de varias fases. Pero apuesto por su eficacia mi señor.
-    Prosigue.
-    Bien. Lo primero, fuera tantos dioses diferentes y tanto culto extraño. Un único dios y una sola creencia.
-    ¡Cómo dices! –Exclamó Zeus con asombro sincero.-
-     Hazme caso. Con tanto diosecillo que adorar y tantas supercherías diferentes las creencias aflojan y las lealtades pierden fuerza. Un dios único omnipotente y todopoderoso. –Hades hizo una pausa y con una sonrisa traviesa en su rostro terminó diciendo.- Y no necesito decir quién sería ese dios.
Zeus guardó silencio al tiempo que, atusándose su lengua barba blanca, trataba de sopesar en su cabeza las posibles consecuencias. Por fin preguntó
-    ¿Pero qué dirán los demás a esto? Qué dirán Apolo o Afrodita o Hermes o… ¡Poseidón! ¿¡Qué dirá nuestro hermano Poseidón de todo esto!?
-    Oh gran Zeus. Si esa fuera tu poderosa voluntad tendrían que aceptarlo. ¿No crees? Al fin y al cabo tú eres el dios de dioses. El que manda aquí ¿no? El jefazo. –Remató Hades acompañado con un ligero codazo cómplice a Zeus.-  Además… Ya se nos ocurrirá algo… Qué sé yo…  Los podemos hacer ángeles o espíritus o santos o ....
-    Vale, vale. –Interrumpió el hacedor de rayos.- Supongamos que hacemos lo que dices. No veo yo cómo esto podría garantizarnos la plena dedicación y fe ciega por parte de los humanos que queremos.  
-    Bueno… Ahora vendría la siguiente parte del plan.
-    ¿Y es?
-    Ofrecer a los humanos un caramelito.
-    ¿Un caramelito?
-    Sí. Una recompensa si se portan bien y hacen lo que les digas. Un premio que no pudieran rechazar.
-    Y, por el monte Olimpo, qué clase de “caramelito” sería ese. –Preguntó Zeus cada vez más intrigado con el plan de Hades.- Ya hemos visto que la ambición del ser humano es voluble y caprichosa. Para lo que a unos es mucho a otros le puede parecer poco. Además, no podemos dar infinitas riquezas a cada humano. Sería inútil e imposible.
-    Yo no me refería a riquezas y tesoros, gran Zeus. –Contestó Hades ampliando su sonrisa traviesa hasta convertirla en maléfica.-
-    ¿Y a qué te refieres entonces. –Se extrañó Zeus.-
-    Piensa un poco. ¿Qué es lo que los humanos más aprecian. Lo que cuidan con más ahínco? ¿Qué es lo que les hace llegar hasta límites insospechados por no perderla, por salvaguardarla?
-    Mmmm. –Múrmuro el dios sin acabar de comprender.-
-    Enfoquémoslo de otro modo. Poderoso hermano. –Insistía Hades.- ¿Qué es lo que los humanos más temen, más les horroriza porque saben que nadie escapa a ella, ni ricos ni pobre, que es inevitable.
En la mirada de Zeus se apreciaba que seguía sin entender lo que Hades decía.
-    Ay querido hermano. –Dijo Hades echando un brazo por encima del hombro de Zeus.- Serás el dios del trueno y del relámpago pero a veces que pocas luces tienes.
Zeus bramó de rabia, se irguió quitándose de un golpe el brazo de Hades al tiempo que de sus manos abiertas empezaban a salir temibles chispas y sus ojos se encendían rojos de furia.
-    ¡Vale, vale querido hermano! –Suplicó Hades tapándose el rostro con los brazos y comprendiendo que se había equivocado con ese exceso de confianza.- Te pido humildemente perdón por mi arrogancia. Ha sido un error que no volverá a suceder.
Zeus lo miraba desafiante desde la posición privilegiada de su elevada estatura y guardaba silencio. Hades, poco a poco, fue abriendo los brazos y descubriendo su rostro hasta terminar con las palmas de las manos abiertas hacia Zeus en señal de rendición.
-    Me refería, oh gran Zeus, a su vida. –Dijo Hades sin bajar los brazos.- Los humanos lo que más aprecian es su vida y  lo que más temen es a la muerte.
-    ¿Y qué pretendes? –Habló Zeus con un claro tono de enojo.- ¿Qué hagamos a todo el mundo inmortal? Eso es imposible. La tierra no lo soportaría.
-    No, mi señor. Me refiero a decirles que hay otra vida después de esta. Ofrecerles una vida mejor, inmortal y cargada de placeres y cosas buenas. ¡Un paraíso eterno!
-    ¡Pero eso es mentira!
-    Lo sé señor. Pero no creo que cuando lo descubran estén en posición de quejarse ni  de contar la verdad a nadie. ¿No cree?
Zeus calló manteniendo por un instante su posición amenazadora frente a Hades hasta que, poco a poco, según iba digiriendo lo que el dios del inframundo le había dicho, en su rostro torvo y feroz fue apareciendo lentamente una sonrisa de complacencia.
-    Bueno… -Dijo suavemente al fin retomando de nuevo su aspecto de venerable y casi débil anciano.- Quizás con algunos que se lo merecieran de verdad podríamos hacer algo. Ya veríamos.
-    Efectivamente, mi señor. –Hades bajó las brazos relajándose también.- Los pequeños detalles los iremos puliendo con el tiempo.
-    La idea me va gustando, no digo que no. –Retomó la conversación Zeus con las aguas vueltas de nuevo a su cauce.- Creo que ese “caramelito”, como tú lo llamas, es lo suficientemente atrayente como para ganar sus voluntades, pero nada más. Se dedicarían a pasar la vida tranquilamente siendo buenos, adorándome y esperando pacientemente el día de su muerte.
-    Efectivamente, señor, su perspicacia no encuentra límites, pero ahora viene la tercera parte de mi pla… quiero decir, de nuestro plan. Es la parte maestra, el toque genial. –Hades hizo una pausa dramática para dar más tensión al momento y disfrutó por un instante viendo a Zeus ansioso y expectante.- El tercer paso sería, al poco tiempo, crear otro dios verdadero, con prácticamente las mismas creencias, ritos, derechos y obligaciones. Pero añadiríamos pequeñas diferencias entre uno y otro, sobre todo en los rituales y costumbres pero suficientes para que unos y otros se odien mutuamente hasta la muerte.
-    ¿Dos dioses iguales? –Preguntó Zeus sin acabar de comprender.- ¿Pero entonces cuál sería el verdadero?
-    Los dos… O ninguno… ¿Qué más da? –Se encogió de hombros Hades.- Eso es igual. En realidad son el mismo perro con diferente collar.
Zeus reflexionó por un instante para acabar diciendo.
-    No lo acabo yo de ver. No tengo muy claro que llegara a funcionar. No lo veo… No lo veo… -Repetía tercamente el gran dios mientras negaba con su cabeza.-
-    Tan solo imagina una cosa, poderoso hermano. –Insistió Hades seguro de su idea.- Imagina por un momento que les decimos a los fieles creyentes de cada uno de esos dioses que todo aquel que, por su dios, defienda sus creencias aunque sea a costa de matar al otro o de morir él mismo, ganará inmediatamente,  sin preámbulos  el derecho a ese edén eterno. Si decimos eso a los humanos, oh dios de dioses, ¿tú qué crees que conseguiríamos?
Zeus se atusó la barba mientras miraba a Hades con una maliciosa sonrisa en su divino rostro y casi en un murmullo terminó diciendo.
-    Fanáticos.
-    ¡Fanáticos! –Apostilló Hades en alta voz por si acaso no hubiera quedado suficientemente claro.-
-     ¡Ja, ja, ja! –Resonaron las profundas carcajadas de Zeus haciendo retumbar el Olimpo como antes lo habían hecho sus quejas.- Siempre fuiste el más listo de todos mi querido Hades. Tengo que reconocerlo. Yo soy más guapo y poderoso pero no hay duda de que tú eres el más listo. De todos modos. – Zeus volvió a reír sonoramente y echó amigablemente su poderoso brazo por encima de los hombros Hades.-  Y precisamente por eso, porque eres demasiado listo, tengo algo que preguntarte: ¿Y tú? ¿Qué ganas con todo esto?
Hades, de reojo, miró desconfiado el brazo de su hermano ya que juraría que su presión sobre sus hombros fue en aumento según Zeus le hacía la pregunta, por eso antes de contestar tragó saliva.
-    Está claro, mi señor. Los dos dioses tendrán cosas diferentes y diferentes ritos pero ambos tendrán algo en común…
-    ¿Y qué es esa cosa si puede saberse?
A Hades le brillaron los ojos de avaricia antes de responder.
-    Los dos tendrán un infierno. –Dijo.- Y ese mundo es mi mundo.
 Zeus lo miró divertido y de nuevo magníficas carcajadas brotaron de su garganta al tiempo que daba una sonora palmada en la espalda de Hades que, aunque amigable, el golpe casi le hace perder el equilibrio.
-    Vamos querido Hades. –Dijo Zeus al tiempo que comenzaba a caminar dejando a Hades un poco atrás mientras recuperaba el aliento.- Brindemos con ambrosía por nuestro nuevo plan. Un plan que cambiará el mundo. No hay duda.
-    Hablando del mundo. –Comenzó a hablar hades al tiempo que aceleraba su paso para poder situarse junto a Zeus.- Precisamente quería comentarte que creo que es hora de ampliarlo, expandirnos. Salir de Grecia. Los humanos deben empezar a saber cuan grande es el mundo donde viven. Poner en contacto a los pueblos, que se conozcan, que interactúen. A más personas más creyentes y más opciones.
-    Bien… Bien… -Contestó Zeus.- Así el amor hacia nosotros y el odio entre ellos se retroalimentará. Lo veo bien…
-    Precisamente da la casualidad de que le tengo echado el ojo a un pueblo emergente con ínfulas conquistadoras que nos pueden venir bien. –Repuso Hades mientras ambos seguían avanzando.- Creo que se hacen llamar romanos y me parece que con algo de ayuda nos pueden servir…
-    Perfecto, perfecto… Será nuestro primer paso. -Contestó Zeus visiblemente satisfecho y al tiempo que de nuevo echaba su brazo por los hombros de Hades añadió.- ¿Sabes qué creo mi buen Hades?
-    ¿Qué mi señor?
-    Creo que esto de los dos dioses va a estar divertido, pero que muy divertido.
-    También lo creo yo, también lo creo.
Y entre conversaciones y risas ambos abandonaron para ir a echar un vistazo a esa península con forma de bota que descansa sobre el mar.

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