domingo, 25 de marzo de 2007

La Niña de la Playa

La verdad que este paseo por la playa me está sentando estupendamente. Hace un día delicioso. El sol caldea mi ropa y transmite a mi piel una reconfortante calidez. La luz es clara, brillante y el cielo no puede estar más diáfano. El mar, apenas si se mueve y las pequeñas olas que llegan hasta la orilla lamen tímidamente la blanca arena dejándola a mi paso, suave, confortable y agradablemente húmeda.

Avanzo descalzo, con los bajos de los pantalones remangados, los zapatos de una mano, la chaqueta colgada del hombro y mi camisa abierta hasta el ombligo. Camino despacio, sin prisa, llenando de aire mis pulmones y por primera vez en mucho tiempo me siento a gusto y liberado de unas preocupaciones de las que ya ni siquiera me acuerdo.
Está mañana me levanté pensando en dar un paseo con el coche, también hace un bonito día para conducir, pero me alegro de haber cambiado de idea. No sé que tiene de especial esta playa pero a medida que avanzo, más animado me encuentro.

Allí parece que veo a alguien. No lo distingo bien todavía pero parece un niño sentado cerca de la orilla, entre el agua y la arena. Me acerco, ya lo veo con claridad. No es un niño, es una niña y con una pala escarba un gran agujero.

-Hola. –Le digo al llegar a su altura.-

-Hola.

Levanta la cara para saludarme y puedo verla bien. Es una niña de unos nueve o diez años, tal vez once que lleva puesto bañador de una pieza. Tiene la cara pecosa y unos grande ojos verdes que miran con sincerad. Su pelo es muy rubio y lleva dos coletas que le caen por los hombros. La niña es un encanto, incluso hasta demasiado encantadora parece, tal cual, sacada de un anuncio de moda.

Me da frío verla así. De acuerdo que el día es bueno y apacible pero el sol no calienta tanto como para estar con el traje de baño entra arena húmeda y un agua que debe de estar condenadamente fría.

De repente caigo en la cuenta, una niña tan pequeña debe de estar con sus padres o con alguien. Levanto la cabeza y miro. Desde mi posición puedo ver una larga banda de blanca playa pero está totalmente desierta, en un montón de metros a la redonda, no estamos más que esa niña y yo.

-¿Estás sola?

-Sí. Yo no necesito a nadie. –Me contesta a la vez que continúa con su incansable excavación.-

-¿Y qué es lo que haces?

-¿No lo ves? Pues un agujero.

No me había parado a observarlo pero la niña, para la poca cosa que era, había conseguido abrir un hueco considerablemente grande. El “agujero” en cuestión era un rectángulo de medio metro de profundidad y por lo menos dos metros de largo por uno de ancho. Pero sin duda, lo más sorprendente, era que las paredes y esquinas estaban excavados perfectamente rectos, casi se diría que a escuadra y que se mantenía en su forma sin que se desmoronara la blanda arena.

-Vaya… Qué agujero más bonito. –Le digo sin salir de mi asombro.- ¿Para que lo haces?

Me miró extrañada, con la cabeza ladeada y con la cara que ponen los niños cuando creen que les estás vacilando.

-Pues para que lo voy hacer. Lo hago para ti, hombre.

-¿Para mi? ¿Y que quieres que haga en ese agujero? –Le contesto riendo.-

-Nada, no tienes que hacer nada. –Habla sin dejar de sacar arena y por su tono, deduzco que está ya un poco harta de mi ignorancia.- Tú te acuestas y yo te tapo. Tú descansas en paz y yo voy a por otro.

Dijo aquello tan seria y tan convencida de lo que decía que yo empecé a asustarme un poquito.

-¿Pero me conoces de algo? ¿Tú quien eres? ¿Cómo te llamas?

Se incorpora y me mira completamente convencida de que yo era bobo o algo parecido.

-¿Quién voy a ser? Soy la muerte, tu muerte.

Ahora sí que debo de tener una cara de estúpido tan grande como un piano.

-¿Cómo… que la muerte? ¿Qué broma es esta?

-Sí hombre. –Me dio una palmadita en el hombro cansada de tener que explicármelo todo.-Ya sabes… La muerte, la parca, la inevitable, el fin, el hado, tu sino, el juicio final…

-Vale… Vale… Lo he pillado. -La interrumpo un tanto enojado.- ¡Mira niña, será mejor que con estas cosas no vaciles! Además, mezclar infancia y muerte no es normal, es antinatural.

-¿Antinatural? ¡Qué tontería! Pocas cosas se me ocurren que puedan ser más naturales que la infancia o la muerte. Tal vez no te encaje, como no te encaja si ves una chaqueta rosa con unos pantalones verde pistacho, pero natural, es de lo más natural. –Se calla y me mira mientras rasca su pequeña barbilla.- Vaya, ya caigo… Ya sé lo que te pasa a ti. Tu esperabas encontrarte con un ser de dos metros de alto, túnica raída, manos huesudas, capucha con un rostro impenetrable y guadaña al hombro. ¿A que sí? –Me enseña una amplia sonrisa y vuelve a darme un golpecito en el hombro.- Esa forma dejé de usarla hace tiempo. Daba un poco de mal rollo y se hacía muy incomodo andar en huesos todo el día cargando con el armatoste ese con el que me cortaba cada dos por tres. He pasado por varias formas, de hombre, de mujer y ahora estoy probando con este de esta niña, llevo unos siglos con ella y aunque es muy cómodo y a mi me gusta, el problema que tengo, es que la gente no me toma en serio. –Abre un poco sus bracitos y se observa durante un instante, convencida de que así no está tan mal.- Bueno, como ya está todo aclarado, sigamos con lo nuestro.

Me agarra del brazo y empieza a tirar de mí hacia el agujero.

-¡Suéltame! ¡Qué tontería es esta! ¡Yo no estoy muerto y creo que tú tienes una mente demasiado retorcida! ¡Vaya tela de niña!

Con un manotazo suelto su mano, me doy media vuelta y me dispongo a marchar.

-Entonces… ¿De verdad que no sabes que te ha pasado? ¿No recuerdas el incidente con tu coche?

Su tono de confusión sincera y el detalle del coche me hace frenar en seco y me vuelvo a girar encarándome a ella.

-¿Qué has dicho del coche? Es cierto que esta mañana pensé en cogerlo pero creo… creo que al final vine a pasear a la playa…

-Apuesto que no sabes como has llegado hasta esta playa. –Me dice mostrándome una traviesa sonrisa.-

Empiezo a dudar. Ella me mira con inquisidores ojos como obligándome a que yo hurgara en algún lugar un poco mas profundo de mi cabeza al que no quería llegar.

-No sé… Tal vez… Al final si cogí el coche...

Cierro los ojos, me rasco la cabeza y hago un esfuerzo por recordar. Algunas fugaces imágenes empiezan a pasar por mi mente. Me veo cogiendo el coche, como había decidido por la mañana, y me monto en él. El día es claro y decido tirar por la carretera de la costa. En el CD pongo un tema de Bach, una pieza de los conciertos de Brandenburgo, me encanta Bach. Me enciendo un buen petardo de maría que me había preparado antes de salir y a la vez que aspiro la primera calada el automóvil comienza a avanzar. La carretera es sinuosa y transcurre cerca de acantilados donde, varios metros más abajo, el mar rompe sobre milenarias y graníticas rocas. Nada raro ocurre, me conozco el camino al dedillo y avanzo despacio, deslizándome por las curvas, disfrutando del día, de la música y del velardo que humea en mi mano. Pero de repente… Sí, ya empiezo a recordar. La música deja de sonar, bajo un instante la vista para cambiarla y cuando vuelvo a mirar al frente… Un dichoso perro, que no sé de donde demonios ha salido, está parado en mitad de la carretera. Me sorprendo, doy un volantazo para no atropellarlo y el coche empieza a caer…. ¡Dios mío… la roca!

Me cruzo los dos brazos como para evitar un impacto que en mi cabeza veía como real y cayendo de rodillas sobre la arena, rompo a llorar.

La niña se acerca mí. Comienza a acariciarme el pelo y con el dedo me señala un lugar en la lejanía, allá donde el mar rompe contra los acantilados.

-Mira allí. ¿Ves esa columna de humo que se levanta entre las piedras?

Asiento con lágrimas en los ojos y moqueando.

-Eres tú.

Su cara queda a mi altura y al hablarme siento su frío aliento en mi rostro. Es un aliento sin calor, sin vida, nada más que aire saliendo de la boca para empujar unas palabras. Empiezo a darme cuenta de mi negra situación y una oleada de nauseas invade mi estomago.

-Venga, venga, no es para tanto. –Me dice mientras tira de mi brazo para incorporarme.- Ahora que todo está definitivamente aclarado vamos, tengo muchas cosas que hacer.

-Pero de qué va esto ¿Qué vas hacer conmigo? –Le digo resistiéndome a asumir mi destino.-

-Ya te lo he dicho. Yo tan solo soy un mediador. Mi misión es meterte en el agujero y creo que luego viene eso de la luz blanca y esas cosas…

-¿Y que hay luego? –Le pregunto casi sin atreverme.-

Me mira con media sonrisa en la cara y con su pequeño dedo me hace gestos para que me acerque como si fuera a confesarme algo que sólo nosotros dos podemos escuchar.

-Creo que nada. –Me dice en un susurro muy cerca de mi cara y luego se aleja de mí profiriendo una estridente y sonora carcajada de niño-

-¿Cómo que nada? –La verdad es que nunca he creído que exista nada después de la muerte, pero en la tesitura que me encuentro en estos momentos, deseo fervientemente estar equivocado, por eso rebusco en mi cabeza algo donde agarrarme, me resisto a aceptar esto así, sin más. – Creo que era Albert Einstein quien si creía en un más allá. Lo defendía apoyándose en una de las leyes de la física más básicas, esa que dice: “La energía ni se crea ni se destruye, se transforma.” Así que nuestra energía a algún lado tiene que ir, no puede desaparecer sin más… Y si eso lo dice Einstein….

La niña se dio media vuelta. Se le habían encendido los mofletes y fruncía el ceño. Creo que se estaba enfadando.

-¡No sé que es lo que pasa aquí! ¿Por qué eres tan contestón? ¿Por qué has llegado tan desorientado y te está resultando tan traumático el tránsito? Normalmente, cuando llegáis hasta aquí, ya sois conscientes de lo que os ocurre y venís más resignados. Pero tú me has salido de lo más rebelde.

-Tal vez este no sea mi sitio… Tal vez esto sea un mal sueño…Tal vez todavía no es mi hora…

-De un sueño nada, esto es real como la vida misma… Bueno, mejor dicho, como la muerte misma. Y si lo que sugieres es que pueda ser un error, simplemente es imposible, “el destino” es perfecto.

-Eso no es cierto. –Le digo al vislumbrar un cierto atisbo de duda en su expresión.- La perfección no existe en el universo.

-Vale, la perfección absoluta no existe pero un 99,98 por ciento es una posibilidad de error despreciable.

-Si, prácticamente imposible, pero ¿Y si yo fuera parte de ese 0,02 por ciento? ¿Por qué iba a tener que ser yo la víctima de un mal funcionamiento? Tengo muchas ganas de vivir. De ver crecer a mis hijos, de aprender un montón de nuevas cosas, de viajar, de descubrir nuevas experiencias, de ver que nuevas cosas nos trae el futuro. No quiero desaparecer… no tan pronto.

Noto como comienza a vacilar. Se agacha, se sienta con las piernas cruzadas y mientras juguetea con una concha que ha encontrado, comienza a hablar sin levantar la vista de la arena.

-La vida funciona como un inmenso reloj, una maquinaria perfectamente engrasada que trabaja sin descanso en absoluta sincronización. Lo que ocurre que la vida se mueve en un equilibrio muy delicado. Para que te hagas una idea y por ponerte un ejemplo de ese equilibrio, si la órbita de la tierra estuviera, tan solo, unos miles de kilómetros más cerca o más lejos del sol, la vida en el planeta no sería posible.

-Si, eso ya lo sé. O si se variara el eje de inclinación, o si no estuviera la luna donde está para darnos estabilidad… Pero no entiendo que tiene que ver todo eso…

-Trato de comprender y explicar que puede haber pasado. –Me interrumpe enfadada por desviar sus pensamientos.- Hay veces que ese fino equilibrio se descoloca un poco`. Esto no ocurre muy a menudo, pero a veces ocurre. Es algo parecido a lo que llamáis “efecto mariposa” Puede empezar por ahí, por una mariposa que da un aleteo no sincronizado y hace mover una hoja que no tenía que haberse movido, de esta hoja se cae un insecto que en ella había y que no tenía que haber caído. El insecto, indefenso en el suelo, lo ve un pájaro que pasa por allí y se alimenta de él cuando no tenía que haberse alimentado… Así, como fichas de dominó, una serie de sucesos, que no tenían que haber ocurrido, van ocurriendo…

-Hasta que un perro se detiene en una curva donde no debía de haberse detenido. –Le dije para que viera que había entendido el ejemplo y para detener su eterno discurso, la ansiedad por saber que iba a ser de mi vida o de mi muerte me devoraba.- Está claro que yo soy uno de esos sucesos que no tenían que haber pasado. La pregunta ahora es… ¿Esto tiene arreglo?

Guarda un momento de silencio, que a mí me pareció interminable, y al fin, levantando su cabecita y luciendo de nuevo esa sonrisa traviesa suya me dice:

-Quizás tú puedas ser la pieza que pare esta reacción. –Me guiñó y volvió a sonreír.- Aprovecha bien esta segunda oportunidad…

No acabó de pronunciar estas palabras cuando una inmensa sacudida recorrió mi cuerpo haciéndome arquear la espalda de modo brutal. De nuevo otra descarga, igual que la anterior acompañada esta vez de una intensa luz blanca. Cuando se disipa la luz también se disipa el dolor y me doy cuenta que estoy acostado en suelo. Empiezo a ver lo que ocurre a mí alrededor aunque tengo la vista parcialmente tapada por una mascarilla de oxigeno transparente y oigo rebotar en ella mi propia respiración jadeante. Alrededor se mueven unas sombras que poco a poco van volviéndose más nítidas, son personas, con unos chalecos naranjas fluorescentes en los que puedo leer en letras blancas SAMUR. Veo un rostro encima de mí que sujeta con ambas manos un desfibrilador y veo que me sonríe.

-Bien, todo está bien. –Me dice.- Ha vuelto usted con nosotros. Creía que lo perdía.

-¿Dónde estoy? –Apenas me salió la voz pues un tremendo dolor en el pecho me oprimía y la cabeza parecía me iba a estallar.-

-Tranquilo. Acaban de rescatarlo de entre las rocas. Ha tenido usted muchísima suerte. Tiene para una buena temporada de hospital, pero está fuera de peligro. Durante bastante rato ha estado entre la vida y la muerte.

-No, usted se equivoca. Todo el rato he estado con la muerte.

2 comentarios:

  1. Decididamente cuando me llegue el día, desearía que me acompañaras, porque no es la primera vez que sales airado de una gorda como ésta… y te dejo a ti la excusa que tenga que poner de cara a justificar tu presencia en el que sería mi juicio final,que yo prometo seguirla a raja tabla (no sé, hmm.. disfrazarnos de pareja enferma de amor, de inseparables amigos de cole en un infortunado viaje de fin de curso, de abuelo y nieta, bueno no, esta no, descartada;-))

    Qué bien me llegan las sensaciones a través de ti. Si algún día decides desaparecer del mundo en el que yo te conocí, espero me envíes una señal en forma de lo que sea, eh? Que yo rápida asociaré que se trata de ti, de tu imaginación, que me viene a saludar cogiendo una forma que por exquisita solo puede llevar tu sello.
    Gracias por ir tú a traerme estos personajes tan fantásticamente reales.
    Pero ten siempre mucho cuidado que me asustas… Be s.o.s!

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  2. Hola Yoli... Siempre son unas delicias tus palabras. Muchisimas gracias.
    Te he contestado a un E-Mail que sale en u página, espero no sea una dirección equivocada...
    Para ti también.... Be s.o.s?

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