El deseo y mis más bajos instintos se apoderan de mi cerebro, aceleran mi corazón y me empujan a la calle buscando la forma de desahogar la ansiedad que inunda mi cuerpo.
Avanzo despacio por una mal iluminada calle, el ruido de mis pasos choca contra las fachadas de cerradas ventanas haciéndome sentir como el único ser vivo. A pesar de no ser muy tarde, la ciudad parece desierta. Apenas si me he cruzado con alguna persona desde que salí de casa. La gente tiene miedo desde que en los medios empezaron a hablar de los asesinatos. Un criminal psicópata, dicen los titulares. El “asesino del pica-hielos” ¡Qué derroche de imaginación! Doce víctimas con la cabeza agujereada por algo parecido a un pica-hielos y a los “chicos de la prensa” tan sólo se les ocurre esa tontería sin estilo. Ah, eso sí, para buscarle un morbo nuevo a la próxima víctima, que será la número trece, les ha sobrado el tiempo. Se preguntan si será especial por coincidir con un número tan emblemático y lleno de connotaciones. Qué sabrán, no son más que unos miserables que tan solo buscan el dinero fácil a costa de sangre ajena.
De cualquier manera me han complicado la vida. Llevo más de una hora con la mochila, donde llevo mis “cosas”, colgada de un hombro, y todavía no he visto a nadie que me haya convencido. Empiezo a pensar que tal vez deba dejarlo para otro día. Pero no existe fuerza más poderosa que el deseo, esta noche quiero dar rienda suelta a mis instintos y me obligo a seguir.
La suerte parece que me sonríe. Allí, entre la penumbra de dos farolas y apoyada en una pared parece que veo a alguien.
Es una chica y parece ser una fulana. Estupendo, justo lo que andaba buscando. Me acerco a ella. Está un poco encogida e intenta rodearse con sus brazos en el vano intento de procurarse algo de calor. No hace mucho frío pero es que la chica no lleva puesto mas que una ajustada falda extremadamente corta y recogida a la altura del ombligo una blusa de gasa transparente, lo que me permite ver un bonito cuerpo, de largas piernas, culo prieto y tetas no muy grandes.-Hola. –Le digo al llegar a su altura.-
-Hola.
Al contestar me dirige una veloz mirada que me permite vislumbrar unos bonitos rasgos. Diría que es una chica de los “países del este”, como se dice ahora y que antes bastaba con decir que era “Rusa” o como mucho “Soviética”.
-Está todo muy solitario ¿No tienes miedo? –Digo por empezar la conversación.-
-Si que tengo, pero también tengo que buscarme la vida.
Ahora la mirada es directa y puedo ver, entre el rubio pelo que le cae por la frente, unos ojos azules como el mar, efectivamente es muy guapa. Parece que al final me ha tocado la lotería.
-¿Quieres que nos hagamos compañía mutuamente?
-Mi compañía cuesta 50 Euros la hora y tú pones el sitio.
Apenas se le nota acento al hablar y parece que no se anda con rodeos... bueno, mejor.
-Creo que vales ese precio. Pero te advierto que no me conformo con un servicio normal.
-Pues las rarezas son más caras. –Me contesta mientras me pasea suavemente su dedo por mi cuello.- Si estás de acuerdo, podemos buscar una pensión...
-No... –La interrumpo.- Según se han puesto las cosas, en las pensiones te miran con desconfianza. Mejor vayamos hasta mi casa.
Cogimos un taxi. Durante el trayecto apenas intercambiamos palabra. Ella mira distraída por la ventanilla y yo mientras, le doy vueltas a la cabeza pensando en como iba a hacerlo, como iba a preparar la situación y como plantearía el asunto. Lo mejor que podía suceder era que se desarrollara como había ocurrido las otras veces, al principio dudo y me cuesta un poco pero el ambiente y el momento, poco a poco, van atrayendo el momento oportuno.
Llegamos a casa y nos acomodamos en el salón. Atenúo la luz y pongo música suave, eso relaja y ayuda. Preparo un par de copas, dos gin tonics bien cargados con ginebra hasta la mitad y me siento en el sofá, a su lado.
Comenzamos a hablar y más o menos me cuenta lo que todas. Que si vino escapando de la miseria de su país, que es ella quien mantiene a un montón de familia que quedó allí y es ella su único sustento, que empezó a trabajar en esto engañada pero que no será así siempre... En fin, lo de siempre. Pero en ella había un matiz diferente a las demás, esta vez, me sonaba sincero y es que me contaba todo mirándome con unos deliciosos ojos claros, limpios y cristalinos donde parecía imposible que pudiera ocultarse mentira alguna. Me gustaba y estaba empezando a dudar si dar el paso definitivo o no darlo. Estaba a gusto hablando con ella y no me apetecía estropear el momento.
Pero ella paró de hablar, pareció recordar de repente porque que estaba allí. Su mirada cambió, se quitó el top, dejando al aire unos preciosos pechos y su mano empezó a jugar en mi bragueta. Aquello también me hizo reaccionar a mi y un chasquido sonó en mi cabeza.
-Espera. –Le digo apartándole suavemente la mano.- Tengo un secreto que quiero compartir contigo, un pequeño vicio que de vez en cuando me gusta compartir con otras personas.
No me contesta y me mira. Su mirada ha cambiado, sigue siendo transparente pero a hora transmite una frialdad profunda, casi dolorosa.
Me levanto, me dirijo a la mesa donde había dejado mi mochila y de espaldas a ella, para que no me vea, comienzo a sacar las botas de tacón alto, el tanga, las medias y el liguero que tantísima excitación me produce cuando me lo pongo y hago el amor con todo puesto. Espero que no se ría, ni me rechace, este es el momento en que peor lo paso, cuando el deseo y la verguenza luchan en mi cerebro, aunque siempre gana el deseo. Me armo de valor, me doy media vuelta con la lencería en la mano dispuesto a explicárselo y sin saber como lo ha hecho, veo que ella se encuentra delante de mí . No sé cuando se ha movido pero ahora está a menos de un paso de mi cara. Veo sus ojos y ya no son cristalinos, ahora están inyectados en sangre, llenos de furia. Su mirada transmite un odio que antes no supe ver.
-¿Qué haces? –Balbuceo algo confundido.-
No dice nada, sólo aprieta los dientes y se abalanza hacia mi levantando el brazo en cuya mano sujeta algo con fuerza. Es un instrumento alargado, puntiagudo y metálico. ¡Cielo santo! ¡Un pica hielos!
Descarga un golpe duro y seco sobre mi cabeza y es extraño pero no siento dolor, simplemente mis piernas se niegan a seguir manteniéndome y poco a poco, a medida que la vida se me escapa, voy cayendo hasta acabar en el suelo.
No siento nada, veo la sangre que resbala por mi cara entre los ojos y todo, paulatinamente, empieza a oscurecerse a mi alrededor.
¡Maldito sea el cabrón del destino que me ha convertido en la víctima N°13!
Nota para supersticiosos y amigos de Iker Jimenez...
ResponderEliminar¡Esta es la entrada N.13!
:-D
no se puede hablar con desconocidos, por frágiles que parezcan. Desde luego, cuando más a salvo te piensas que estás más peligro corres.
ResponderEliminarMe ha encantado, siento repetirme como el ajo! Aunque espero no dejarte tan mal sabor de boca.
Fantástico.
Un abrazo y un aplauso para tu imaginación.
Yolijolie
por qué no sale el comentario al momento? tienes restrigidas las llamadas temporalmente? soy una cateta de la informática, disculpa mi pregunta...
ResponderEliminarsaludines
Hola Yoli...(tengo q contestarte a travès de esto, espero lo veas) Si que tengo la moderaciòn de comentarios y como no estoy en casa que ando de viaje, no he podido verlo hasta ahora ni contestarte... prometo cambiarlo la semana que viene, cuando vuelva.
ResponderEliminarY como simpre tus comentarios son bien recibidos y se agradecen... Un saludote.
PD. Me encanta el ajo... ;-)
Se presta a confusión lo de los mensajes moderados por no aparecer al momento, pero para mí ya está estupendo así!
ResponderEliminarBueno!, que tengas feliz vuelta!
Cuidate y hasta prontito