Hoy hace el día perfecto para caminar por el campo. Es una bonita mañana de otoño, hace frío pero luce el sol, el aire es limpio y la luz cristalina. Me gusta el otoño, me parece la mejor época del año para perderte entre árboles o caminar por la sierra. Todo está salpicado de rojos, amarillos, ocres que se transforman y cambian con gran rapidez, como si algún omnipresente pintor lo retocase cada día.
Tal vez sea la mano de Dios... Vaya, me sorprendo de mi mismo, eso no ha sido un pensamiento serio y hasta me sale una sonrisa.
Siempre he sido de la idea de que en este mundo sólo existe la naturaleza y los hombres, nada más. Incluso, me atrevería a decir, que en los albores de la humanidad, no existía más que naturaleza ya que el hombre no éramos otra cosa que una parte más de ella, como lo puede ser un pájaro o un árbol. Tanta era nuestra integración en la naturaleza que la llegamos a divinizar. La tierra era la madre, la que nos daba, nos cuidaba y proveía, era la base de nuestra supervivencia. Incluso adorábamos a sus representantes... a los lobos, a los robles, al trueno.
No sé exactamente cuando el hombre comenzó a despreciar a la naturaleza, supongo que cuando aprendimos a cultivar la tierra y a domesticar animales, pero pasamos de ser una parte suya a ser sus mayores predadores. Puede que aquel fuera un gran día para la humanidad, pero fue un nefasto día para el mundo.
Vaya, ya estoy alucinando. Estos paseos solitarios por el campo es lo que tienen, tu mente comienza a divagar... empiezas a filosofar...
En fin, a título particular, trataré de entrar en comunión con la madre tierra, adentrándome en el bosque por ese sendero que no conozco y no lo he recorrido nunca. Me han comentado que hay algunas cascadas y barrancos dignos de ver.
Llevo un par de horas caminando y lo cierto es que el paraje es increíble. Hay lugares en los que me parece retroceder en el tiempo, que me siento como los ancestros en los que pensaba antes. La soledad, el ruidoso silencio del bosque, el aire frío, el sonido del agua me van transformando en una parte del bosque y mientras avanzo entre árboles y rocas siento su silenciosa complicidad, su muda aceptación con la que me dicen: “Eres uno de los nuestros, nos respetas y eres bienvenido” y logran que me sienta bien, que me sienta agusto. Mucho más que lo que logro cuando estoy con la mayoría de las personas.
Aunque, hay que ver, vaya camino más complicado, me está costando un poco más hacerlo de lo previsto. Es bastante escarpado, está húmedo y he tenido un par de zonas un poco apuradas. Está valiendo la pena pero me hace estar concentrado en donde piso pues si tengo un descuido....
¡Maldita sea, si antes lo pienso! ¡He resbalado! Una roca húmeda una mala pisada y estoy cayendo, no puedo parar. Intento clavar mis dedos en la piedra pero es en vano, sigo resbalando intentándome agarrar inútilmente, hasta que la pared se vuelve totalmente vertical y caigo varios metros por el aire.
Aterrizo con dureza, pero he tenido suerte, he ido a parar a un pequeño saliente de la roca que ha parado mi caída. Sin atrever a levantarme me arrastro hasta el borde y miro hacia abajo. Una sensación de vértigo me invade y me empiezan a temblar las piernas. Si no llega a ser por este saliente ahora estaba criando malvas. Bueno, hay que mantener la calma. Estoy dolorido pero creo que no tengo nada roto. Me pongo de pie. Sudo, la cornisa es estrecha y mis piernas flaquean. Miro hacia arriba desde donde he caído, tres metros o tal vez cuatro, siempre he sido muy malo calculando distancias, de cualquier modo, demasiado resbaladizo, vertical y sin apoyos como para tratar de subir.
No queda más que una cosa. Empiezo a gritar, no sé para qué pero tal vez alguien me oiga.
-¡Socorro! ¿Hay alguien? ¡Socorro!
Me lo imaginaba, nada más que silencio pero de pronto una voz.
-¿Si? ¿Alguien tiene problemas?
-¡Si. Yo. Estoy aquí! –Levanto la cabeza y miro al borde tratando de ver quien habla pero no veo a nadie.-
-¿Que te ocurre?
Es extraño, la voz no parece venir de arriba, ni de abajo, ni de un lugar en concreto si no de todos a la vez.
-Aquí abajo. He caído en la cornisa y estoy atrapado. –Chillo e intento estirar el cuello hasta casi desconyutarlo para ver quien habla pero sigo sin ver nada. La voz vuelve a sonar- ¿Puede usted ayudarme?
-Bueno, es fácil. Da un paso adelante, yo te prometo que no te pasará nada.
-¿¡Qué!? ¿Tu estás loco o qué? Pero... ¿Quién eres? ¿Dónde estás?
-Estoy en todas partes y soy Dios.
-¿¡Dios!? –Pero será posible mi perra suerte. El único que pasa por aquí y resulta que está loco de atar.-
-Si, Dios. Y en verdad te digo, si te dejas caer te doy mi palabra que nada te pasará.
Vaya, esto está empezando a recordarme a un viejo chiste.
-Si, claro... Pero yo me refería a algo más tangible, una cuerda o algo así. No tendrás alguna cerca. ¿Verdad?
-¿Qué ocurre? –Parece extrañado de lo le he dicho.- ¿No confías en mi? Ya te he dicho que soy Dios.
Será mejor seguirle la corriente, con esta gente es lo mejor. Tal vez así consiga que me ayude.
-¿Y qué Dios eres tú?
-¡Cómo qué que Dios soy yo! ¡Soy Dios! ¡El verdadero, el que todo lo ve y todo lo puede. Soy el único Dios!
-Bueno, lo siento. –Creo que se ha mosqueado.- Yo me refería a si eres Alá o Yahvé o Dios.
-Túnica, turbante, barba o aureola. Sólo son matices culturales sin importancia, nada más que puro folklore. Yo soy todos ellos. Y por lo que veo tú no crees en ninguno.
-Pues hombre, mira que casualidad, que he venido pensando sobre eso y he llegado a la conclusión de que no, no creo en dioses... Perdón, quiero decir en ti... quiero decir en Dios...
-¿No? ¿Y qué razones tienes para no creer en mi ?
-¿Excluyendo las razones puramente científicas?
-De acuerdo. Te daré esa ventaja.
Me sorprende esa respuesta. Incluso percibo cierta sorna en su tono de voz.
-¿Ventaja? Precisamente creo que las razones científicas son las más convincentes para...
-No sigas.-Me interrumpió.-No pierdas el tiempo. ¿O acaso ya lo sabéis todo? ¿A tanto ha llegado ya la arrogancia humana? No ves que detrás de cada avance, de cada descubrimiento que hacéis vuelve a surgir otro misterio, otra incógnita. Descubrís la molécula, luego el átomo y creéis que ya nada más puede haber. Pero seguís y descubrís los protones, los electrones... parece que termináis y salen neutrinos, fotones, quarks, bosones y no sé cuantas cosas más. Siempre, cada vez que un científico consigue abrir una puerta nueva, lo primero que aparece es otra puerta cerrada. Tal vez algún día logréis abrir la última, pero de momento no lo habéis conseguido. Así que deja la ciencia a un lado y dame las razones de tu corazón.
-Bueno, pero reconoce que cada vez, la ciencia te deja menos espacio.
Se lo digo con cierta acritud. No me gusta verme desarmado. Pero no se rinde y vuelve a la carga.
-Tanto que te gustan los números, sabrás que un grupo de personas, todos refutados científicos, han realizado un estudio y lo han concluido afirmando que hay un 61% de posibilidades de que yo exista.
Una extraña musiquilla flotaba en el ambiente.
-¡Hay que joderse lo enterado que estás! –¡Ahí va lo que se me ha escapado! Lo intentaré corregir, no sea que se ofenda..- Bueno... Quiero decir... que hay que fastidiarse, lo enterado que estás.
-Claro que estoy enterado, te repito que soy Dios. Y no te preocupes por los tacos, tampoco soy tan mojigato como cree la mayoría.
-Bueno, siempre nos han educado diciendo que es pecado y tal.
-Sí, pero de eso la culpa la tienen los que se denominan mis representantes en la tierra. –Ahora su tono de voz parecía enojado de verdad.- Lo cierto, es que tanto los del turbante como los de la sotana, peor no pueden estar haciéndolo. El día que me enfade de verdad... Las plagas de Egipto se me van a quedar a cortas con estos.
Creo que la cosa va para largo, yo siento el cuerpo maltrecho y me parece estar haciendo el idiota allí de pie, con la cabeza levantada y hablando al aire, así que me siento con las piernas cruzadas en la estrecha cornisa de piedra.
-Vale, pues te diré porque no creo en ti. No creo, porque miro alrededor y no veo tu bondad por ningún lado. No creo, porque el mundo es exactamente lo contrario a lo que un Dios bueno, protector, que predica el amor pudiera desear para sus criaturas. Si no, explícame que clase de mente retorcida crea un mundo, en el que unas especies tengan que comerse a otras para sobrevivir. No creo en ti porque un Dios debe de ser ante todo bondadoso y justo y aquí malas personas consiguen cosas buenas y buenas personas pasan una vida tortuosa.
-Vale, vale. –Me interrumpió.- Ya veo por donde vas pero para eso os pido fe, sino sería demasiado sencillo.
-¿Sencillo? ¿Qué tiene de sencillo el mero hecho de vivir? Ya es bastante complicado sobrevivir dignamente en este mundo.
-Sí, pero te repito que sólo es cuestión de fe. Si crees en mí la recompensa será una vida feliz y eterna.
-Vete a explicarle que es la fe a un niño africano al que le comen las moscas mientras se muere de hambre. O me estás diciendo que como no cree en ti lo único que merece es una vida corta y dolorosa. –Lo cierto es que comenzaba a enojarme a medida de que hablaba.- Creo que exiges una fe demasiado ciega e incondicional a cambio de una recompensa que cuando menos, es más que dudosa.
-Tranquilo, tranquilo, ya veo que no crees en mí. No hace falta que chilles ¿Y entonces en que crees tú?
-Bueno... creo en la bondad y en los buenos actos, creo en ser justo, creo en la superación y el esfuerzo, creo en la oportunidad de llevar una existencia digna, creo en la naturaleza, creo en la vida y en la muerte....
-Ya... ya... pero cuando todo falla, cuando estás realmente mal y todo, absolutamente todo, se desmorona a tu alrededor ¿A que recurres? Ese tipo de cosas no valen como refugio en los momentos más duros. Me parece que es algo triste.
-He de reconocer. –Otra vez esa musiquilla sonando. Hago una pausa.
necesito tranquilizarme un poco.- Que me he visto en esas y también reconozco que en algunas ocasiones he estado tentado de elevarte un ruego o una oración o como quieras llamarlo. Pero me gusta ser coherente y si cuando todo va bien te niego y no me acuerdo de ti, no me parece justo recurrir en los momentos malos, no es de ley.
-Pues es lo que hacen la mayoría de las personas.
-Si ya, pero yo no.
-¿Y tú que crees que debería hacer para que la gente creyera más en mi?
Su voz, aunque poderosa, dejaba vislumbrar un cierto cansancio y humildad. Nunca hubiera pensado eso de un Dios.
-Tienes que ser más claro, manifestarte más. Hacer algo que sea un poco escandaloso, que denote tu poder pero también tu bondad. Y es que, hace más de 2000 años de la última que preparaste y para ti, un par de milenios serán cosa baladí pero para la humanidad.... La humanidad necesita otro toque de atención que nos dure al menos otros 2000 años.
El tono de la charla se ha relajado y permanecemos en silencio un breve instante. No lo veo pero imagino que está reflexionando. Tengo que aprovechar, se lo voy a preguntar, si no lo hago reviento.
-Oiga, Dios... perdone. Abusando de la confianza que me está dando, me gustaría preguntarle algo... bueno... espero no le parezca mal y si no quiere no me conteste...
-¡Qué sí pesado! ¡Suéltalo ya!
-¿Qué hay al otro lado?
-¿Cómo al otro lado?
-Si hombre... ya me entiende... cuando la palmamos...
Oí una pequeña risa.
-Mmmmm... Bueno, como me ha gustado charlar contigo y creo que eres una persona cabal, voy a hacer una divina excepción contigo y te lo contaré para que luego con esa información hagas el uso más conveniente que tú creas. Así que oiga... oiga...¡Oiga! ¿Se encuentra usted bien?
¿Qué pasa? ¿Quién me está hablando? Me duele tremendamente la cabeza. De repente está todo oscuro. No, no es que esté oscuro, es que tengo los ojos cerrados.
Los abro y ante mi veo una persona con casco de montañero y un cordaje que le pasa por el hombro.
-¿Quién es usted?
-Soy del equipo de rescate. Estaba usted inconsciente. Se cayó desde ahí arriba a esta cornisa. Es casi increíble que haya aterrizado aquí. Ha tenido muchísima suerte, está vivo de milagro.
-Si, pero yo no estaba inconsciente. –Le respondí tratando de ordenar mi dolorida sesera.- He estado todo el rato hablando con... con alguien...
-No creo que estuviera consciente. Le llevamos todo el rato llamando al móvil y no contestaba. Gracias a eso lo hemos localizado, primero triangulando su señal y luego siguiendo el tono del teléfono al llamarle. Si no llega a ser por eso, no sé lo que hubiéramos tardado en encontrarle.
¡La musiquilla que oía! Entonces todo ha sido un mal golpe... Por un momento pensé...
Sin razón aparente, mi siguiente pensamiento me salió en voz alta.
-¡Entonces, yo tenía razón! ¡Dios no existe!
El montañero me miró extrañado, no entendía nada. Me prometí a mi mismo explicárselo algún día. Cuando yo también, lograra entenderlo.
Me estaba tomando el desayuno, pensando que nada podría dejarme mejor sabor de boca a estas horas, pero me equivoqué. Leerte ha sido una verdadera delicia, te he comido con los ojos sin dejar migaja alguna. Menudo regalo el de hoy. Gracias.
ResponderEliminarQue tengas muy buen día.
Yolijolie
Gracias a ti Yolijolie... No estoy acostumbrado a que la gente lea lo que escribo(hace poco que he empezado a atreverme a publicarlo) y si además te gusta, para mí es un enorme honor lo que me dices... muchisssimas gracias.
ResponderEliminarUN SALUDOTE.