domingo, 13 de mayo de 2007

Mi Amigo

Me gusta este sitio. Es un antro como otros muchos de los que se ocultan en las calles más viejas de una ciudad. Con el devenir del tiempo ha sido tasca, taberna, mesón y ahora, y como suena más moderno, es un “Pub”. Aunque la verdad, pocas cosas han cambiado con todas estas transformaciones, tan solo el nombre de lugar y las caras de los que habitan tras de la barra.

No han cambiado los parroquianos que lo frecuentan. Gente del barrio, de pocas palabras, mucho alcohol y algo de coca, que a base de horas y partidas han dejado sus posaderas marcadas al fuego en los taburetes del tugurio. Personas que con un leve meneo de cabeza y un gruñido al entrar, dan por cumplido el siempre engorroso trámite del protocolo social.

Tampoco ha cambiado el olor del lugar, una mezcla de humedad, humo y alcohol barato todo esto aderezado, al compás que marca la puerta del servicio, con oleadas de ambientador de water. Ni ha variado la escueta iluminación del sitio, unas pocas bombillas de luz amarilla y atenuada por la suciedad y un letrero de neón que cuelga de una pared y que los primeros dueños lo verían con las todas las letras encendidas pero al que yo siempre he visto con apenas un par de ellas encendidas. Aquella eterna penumbra es de las pocas cosas que provocan alguna voz entre los habituales del sitio pues se quejan, y con razón, que apenas pueden ver el naipe que pinta en la mesa, a lo que el jefe, dando por zanjado el asunto, siempre les contesta lo mismo:

-¡Y pa’que queréis más luz! ¡Total… pa’lo cai que ver!

Y en eso, razón no le falta al hombre.

Hoy no sé cuantas horas hace que estoy en este taburete con los codos apoyados en la barra. Ni recuerdo tampoco las copas que llevo tomadas, ni siquiera sé si es de día o de noche, pero hoy estoy compartiendo alcohol, humo y conversación con mi mejor amigo y todavía no tengo ganas de marcharme.

-¡Jefe, pónganos otra copa a mi amigo y a mí!

El jefe comienza a llenar con hielo un vaso largo y vuelto de espaldas oigo que pregunta.

-¿Y tu amigo…? ¿También va querer una copa?

Miro extrañado a mi amigo, ladeo mi cuerpo hasta que mi hombro se apoya en el suyo y con una sonrisa le susurro casi en la oreja:

-Creo que no le caes bien. –Vuelvo a enderezarme y alzando mi voz exclamo.-Claro que para mi amigo también, te he dicho que nos pongas una copa a los dos.

Obediente, coge otro vaso y comienza a preparar la segunda copa. Se acerca a nosotros y acompañado del tintineo del hielo pone el par de whiskys sobre la barra.

-Puede que no te guste mi amigo… -Le digo cuando está en frente de mi.- pero has de saber que a esta persona que ves aquí, la conozco desde antes que tu nacieras y el tiempo me ha demostrado que su amistad es sólida e inquebrantable, de las que ya no quedan, de esas que saben celebrar contigo tus éxitos pero que no te abandonan en tus fracasos. De esas amistades de verdad, en las que sobran las palabras, en las que está todo dicho y que simplemente sentir su respiración a tu lado, en esos momentos difíciles, actúa como bálsamo reparador para tu ánimo. –Echo mi brazo sobre el hombro de mi amigo.- Me siento muy honrado de contar con su amistad.

-No… Si yo no le digo que me guste o me deje de gustar.-Me dice el Jefe un tanto azorado mientras se rasca el cogote.- Lo que ocurre…

-Lo que ocurre, -No le dejo terminar y le interrumpo.- Lo que ocurre es que estáis olvidando lo que es un amigo de verdad. Ahora un amigo vale lo valga su coche, su piso o su posición social. Ahora, la cantidad de amigos que tiene una persona aumenta proporcionalmente al saldo de su cuenta corriente. Habéis olvidado lo que es una verdadera amistad.

Acabo de soltar el discurso, levanto mi copa la hago sonar con la de mi amigo, que continúa entera sobre la barra y de un solo trago la dejo a la mitad.

Observo al jefe. Él también me mira y aunque su boca parece querer hablar, su gesto indica que es mejor callar y se da media vuelta.

Doy un codazo a mi amigo y en voz alta para que me oiga le digo:

-¿Ves? Este no ha tenido un amigo de verdad en su vida.

Se gira hacia nosotros. Esta vez sus palabras salen a tropel sin nada que las frene.

-Mira ya me he cansado. ¿Pero no te das cuenta de que estas solo? ¿No ves que a tu lado no hay nadie? ¿No ves qué estas como una puta cabra?

-Pe…pero… ¿Qué dice este loco? ¿Le estás oyendo? Dice que no estás aquí…

Levanto mi codo buscando el contacto del de mi amigo pero no encuentro la resistencia que esperaba. Giro la cabeza y me quedo de una pieza, con la boca abierta. A mi lado sólo hay un taburete vacío y media docena de copas enteras, junto a otras tantas vacías que hacen fila sobre la barra. Me pongo de pie de un salto y giro la cabeza esperando ver a mi amigo que iba al servicio o que sé yo, pero allí sólo estaban los de siempre mirándome y que al verme girar agacharon la cabeza.

-Pero… pero no es posible, estaba aquí conmigo. Llevo toda la noche bebiendo y hablando con él. –Me dirijo al jefe.- ¿Tú me has visto con él…Verdad?

El jefe agacha la cabeza y más sereno y algo avergonzado me dice:

-No, no lo he visto. Ni hoy ni ninguno de los días que has venido diciendo que él te acompañaba.

-Pero nos has puesto copas, hemos hablado y hasta nos hemos reído.

-Mira, me caes bien y aparte de tu rareza de hablar solo y hacer gestos como si estuvieras con alguien, nunca has dado guerra ni has causado problemas. Yo te seguía la corriente porque no pareces mala persona y porque tengo dos clientes en el sitio de uno pero todo este tiempo, yo sólo he hablado contigo y me he reído contigo.

-¡No puede ser! ¡Yo no estoy loco! –Me dirijo a unos que jugaban a las cartas cerca de mí.- ¡Vosotros lo habéis visto! ¿Verdad?

Me niegan con la cabeza y con los ojos.

Me dirijo hacia la salida donde se sienta otro parroquiano. Siempre está allí, al lado de la puerta, vende coca y ese es su puesto, él tiene que haberlo visto.

-Tú le has visto… A que sí…. Siempre estás aquí.

Levanta la cabeza, el agujero de su nariz está blanco. Me mira con los ojos llorosos y acompañando del ruido de sorber mocos me hace un gesto negativo con la cabeza mientras con la mano se sujeta su dolorida “tocha”.

-Tú lo que estás es colgao, tronko. -Me dice.-
-¡Nooo! ¡No puede ser!

Gritando salgo corriendo a la calle. Es de noche, ha llovido y pisando charcos recorro la calle arriba y abajo con la esperanza de ver doblar por alguna esquina a mi amigo. Nada, no aparece. Ya sé, tengo que tener su teléfono grabado en móvil, de un amigo así tengo que tener su número. Saco el móvil y accedo a la agenda. Con nerviosismo repaso varias veces mi lista de teléfonos y nada… tampoco aquí encuentro rastro de él. Con un grito lanzo el móvil lo más lejos posible de mi.

Sólo tengo recuerdos en mi cabeza y poco a poco se difuminan hasta casi olvidar su rostro

No puede ser verdad lo que me ha dicho, yo siempre he tenido a mi amigo. Nadie nunca me ha demostrado lo que él. Todo el resto de personas que conozco me han fallado, traicionado y abandonado.

Que ironía más dolorosa, mis falsos amigos resulta que son reales y mi amigo de verdad ha resultado ser imaginario. Él era mi único y auténtico amigo y lo he perdido.

Caigo de rodillas sobre un charco y empiezo a llorar desconsoladamente. Algo se ha roto en mi interior y sube en forma de dolorosa congoja desde mi estomago hasta mi garganta rompiendo en unas interminables lágrimas.

Odio al jefe, lo odio con toda mi alma. Me ha abierto los ojos y aunque me ha sacado de mi locura y ha logrado que vea las cosas tal y como son, yo era mucho más feliz antes en mi ignorancia. Ahora puede que esté cuerdo… pero me siento completamente solo.

3 comentarios:

  1. yo soy clienta de ese bar, siempre estoy sentada al tuberete con la eterna costumbre de no consumir. Me dice el jefe que no soy clienta porque permanezco tardes enteras sin pedir ni una caña, y yo le digo que mi presencia divertida y afable en su local repercute en la asiduidad de unos pocos que sí beben. Así que no le hagas caso, amigo;-) y vive tu verdad, y házmela llegar siempre, como las cervezas que no me bebo.
    un abrazo

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  2. Perder parte de nuestra ignorancia tiene un precio, pero tiene el premio de acercarnos un poco más a la verdad.
    Yo también me he sentido engañada creyendo que poseía cosas que luego han escapado de mis manos. Pero vivía engañada y ahora no. Es posible que haya perdido parte de la felicidad que me proporcionaba aquella mentira, aunque también he ganado otra parte de felicidad al averiguar lo que sólo presentía.
    Si no queremos ser obejas de un rebaño que es conducido por dios sabe que, más vale abrir los ojos y dejar (aunque duela) a un lado la ignorancia.

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  3. Hola Yoli.... Te echaba de menos últimamente por este garito. ;-)
    Como siempre tus cometarios, igual que una cañita en un día caluroso, son bien recibidos.
    Un Beso.

    Hola Anónimo. El problema algunas veces, es que uno no sabe distinguir entre lo que es verdad y no lo es. ¿Que es mejor? Ser loco feliz o cuerdo desdicahdo... Mmmm... No sé, no sé...

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