Miro el reloj, son las cuatro de la madrugada y ya he perdido la cuenta del tiempo que llevo aquí, sentado en la penumbra de mi habitación y delante de la pantalla del ordenador. Me duelen los ojos de observar el folio en blanco que me enseña el procesador de textos y sobre todo el maldito cursor parpadeante, que desde hace horas permanece inmóvil en su posición.
Sobre la mesa veo la botella de whisky, que está algo más que medio vacía. El cenicero rebosa de colillas cuyo humo flota ingrávido a media altura en la habitación y la música de Sade que suena en el equipo es lo único que rompe un poco el absoluto silencio de la noche. Me agrada esta sensación, la poca luz, la suave música y el silencio me hacen sentir la única persona del planeta. Pero ni envolviéndome en el mejor de mis ambientes consigo escribir dos sílabas seguidas. Lo cual es un enorme problema, ya que mañana, como muy tarde a las diez de la noche, debo de entregar dos historias para la revista en la que trabajo y en mi cabeza, en estos momentos, lo único que circula son los vapores del alcohol.
Creo que me equivoqué el día que decidí ganarme la vida con esto de escribir. Me animé a ello por mi ilusión juvenil, por los consejos de dudosas amistades y por un libro que escribí y edité pero que, aunque no era malo lo cierto es, que nunca llegó a funcionar. Desde entonces, mi imaginación parece que se bloquea y le cuesta fluir con la soltura que antes lo hacía. Al principio, empecé a escribir porque me divertía. Las ideas fluían a raudales desde mi cerebro hasta las teclas dejándome una agradable sensación por el cuerpo. Sentía como propias las aventuras de mis personajes y con mi imaginación, yo vivía todas y cada una de las experiencias de mis creaciones y lo que era aún mejor, era yo quien manejaba a mi antojo sus vidas, haciéndoles reír, llorar, sufrir o disfrutar cuando a mí me venía en gana. Si uno lo piensa un poco, esto debe de ser lo más cercano que un hombre puede estar de ser Dios.
Pero desde que lo convertí en obligación, esto se acabó. Llegaron los plazos de entrega, las condiciones, la presión de los editores… Todo esta presión ha convertido mi imaginación en algo rígido y duro en vez de flexible y elástico como era antes.
Si lograra dar con esa historia, con ese personaje fantástico que, estoy convencido, vive en algún lugar de mi mente, entonces seguro que las cosas cambiarían. Daría lo que fuera por lograr una historia que me encumbrara, por un best seller que me retirara… Lo que fuera… Por lograr un éxito de verdad, de esos que consiguen, que tu nombre perdure en el tiempo. Pero con mi cochina suerte y la mala racha que arrastro, creo que poca cosa puedo esperar.
En fin, estoy cansado. Me froto la cara con ambas manos. Siento los ojos como dos lucernas y la espalda me está machacando.
Me voy a dar una vuelta, a ver si el aire fresco me despeja un poco y me ayuda a encontrar algo de inspiración porque lo cierto es que ando muy pillado, si pierdo también lo de esta revista, me veo en la calle.
La perra, que estaba adormilada en mi sillón preferido, siente mi movimiento y abre un ojo con el que me observa mientras agarro la chupa y las llaves. Conoce la rutina, esos gestos y a esa hora sólo pueden significar una cosa, un paseo extra y de un alegre salto baja hasta mis pies donde se despereza mientras mueve el rabo.
Salimos y nos acercamos hasta un parque cercano. No hace mala noche. Me enciendo un pitillo y camino por un sendero que discurre entre césped, un par de chopos y un parque infantil.
De pronto, una voz que no esperaba suena a mis espaldas.
-Oye, perdona.
Doy un pequeño respingo y hasta se me cae el cigarro del susto. Me giro y entonces la veo. No se de donde ha salido y no la he oído acercarse pero allí está, entre las débiles luces de las farolas. Es una mujer joven, con un vestido blanco de suave tela, es de una pieza, entallado en la cintura y que le llega a los talones.
Una farola, que sin recato alguno la alumbra por detrás, me permite ver el perfil de unas deliciosas formas. Tiene la carita redonda, el pelo largo y oscuro y aunque las sombras no me dejan ver bien sus facciones, estás se adivinan igual que su cuerpo, preciosas.
-Perdona, lo siento. Sólo quería saber si tenías un cigarro. -Me dice poniendo la mano delante de una sonrisa que quería escapar de su boca.- ¿Te he asustado?
-Si. Estaba en mis pensamientos y no te he oído llegar. –Le contesto tratando de recomponer mi pose de hombre duro, que había quedado por los suelos.-
Saco la cajetilla y le doy un cigarro. Me mira con cara de que tampoco tiene fuego, enciendo el mechero y se lo acerco al cigarrillo. Su cara se ilumina con la llama y confirmo la primera impresión, la chica es una monada.
-¿Qué hace una chica como tú por aquí a estas horas? –Me he lucido con la frase. Está claro, mi imaginación no funciona.-
-No podía dormir y hace una noche muy agradable. –Aspiró el humo del cigarro.- ¿Y Tú? ¿Tampoco puedes dormir?
-Yo estoy trabajando y he salido a despejarme un poco. Es que soy escritor. –No sé porque le suelto esto así en frío, tal vez sea un intento desesperado de mejorar la pobre imagen que hasta ahora le estoy dando.-
-¡Escritor! ¡Qué Guay! ¿Y de que escribes?
-Bueno, de todo y de nada. –Vaya, parece que el salvavidas que arrojé ha funcionado.- He escrito algún libro pero ahora escribo relatos cortos para una revista.
-Caray… Qué emocionante. –Me dice con suave voz y abriendo mucho los ojos.-
-No te creas. Ahora mismo estoy desesperado por que no encuentro ningún tema para llenar mi trabajo. La creatividad, por desgracia, no tiene un interruptor para activar y desactivar… o te viene o no te viene.
-¿Y como son las historias que tienes que escribir? –Su voz transmitía un verdadero interés.-
-Pues… Historias cortas, en las que voy al grano, no me gusta perderme en muchas descripciones. También me gusta escribir en ellas cosas sobre mí, aunque lo mezclo con otras cosas inventadas y todo junto consigue dar personalidad a mis personajes. Intercalo algún dialogo donde cuelo algún ideal o algo que haga reflexionar a quien lo lea. Después añado algo de sexo o violencia, o las dos cosas juntas, por darle un toque más comercial y para rematar… Un final lo más inesperado posible, algo que el lector no pueda ni imaginarse y que cuando acabe de leerlo no le salga decir otra cosa que… ¡Qué cabrón! Así, más o menos, son las historias que escribo… o me gustaría escribir.
Me observa y escucha con una atención casi reverencial, sin perderse ninguna de mis palabras. Realmente le atrae lo que le cuento.
-¿Y que es lo que necesitas? –Me pregunta con la firmeza de alguien que si está a su alcance ayudarte, lo hará.- ¿Qué te falta?
Sonrío. Parece una pregunta sencilla pero su repuesta, en estos momentos, me resulta complicadísima.
-¿Qué me falta?... Pues una buena inspiración, una musa que baje y logre que mi imaginación funcione y me ayude a encontrar a ese personaje que de solidez a una buena historia.
Mientras hablamos o mejor dicho, mientras hablo, continuamos caminando. De forma casi inconsciente seguimos el camino que nos va marcando mi perra y sin darnos cuenta, al menos yo, hemos llegado hasta la puerta de mi casa.
-Bueno.-Le digo.- Aquí vivo yo.
No se mueve, me mira con sus grandes y curiosos ojos y guarda silencio. Yo no sé muy bien que decir.
-¿No me invitas a pasar? –Me dice ella al fin.-
¿Qué pasa aquí? Una monada de niña…¡Me está “tirando los tejos” a mí! No puede ser, aquí tiene que fallar algo, más que nada porque tanta suerte junta, nunca la había visto. Pero… ¿Qué demonios ando dudando? ¡Otra oportunidad así, no se me presenta en la vida!
-Claro, claro… Por supuesto… Pasa. –Le contesto casi tartamudeando.
Entramos en la casa y pasamos al salón. Yo de reojo veo el ordenador encendido, con aquel folio vacío y el maldito cursor parpadeando incansable. Las responsabilidades vuelven a pesar en mi conciencia. ¡Que más da! –Pienso.- Las preocupaciones seguro que mañana van a seguir ahí, pero esta niña no.
-¿Quieres tomar una…?
Sus labios interrumpen mi frase. Empezamos a besarnos con gran dulzura, saboreando cada rincón de la boca del otro. Su vaporoso vestido comienza a deslizarse por sus hombros y discurre por su cuerpo mostrándome, poco a poco, primero sus pechos, luego se detiene en la curva de su cadera y finalmente deja al descubierto toda la esplendidez de su cuerpo desnudo. La abrazo con fuerza y ternura a la vez y siento la suave calidez de su piel sobre mi. Mil veces paseo mis manos por su cuerpo y luego es mi boca la que explora cada poro y cada centímetro. Hicimos el amor durante horas, disfrutando de nuestros sexos hasta la extenuación y acabando sobre el sofá mezclados en un abrazo donde fundimos, aún más, sudor y saliva.
De repente, me doy cuenta y le hablo con un susurro en el oido, temo romper el hechizo.
-Aún no sé quien eres. ¿Cómo te llamas?
Se levanta deshaciendo el abrazo y se pone de pie delante de mi con los brazos en jarras y dejándome observar su orgullosa desnudez.
-¿Cómo que no sabes quien soy? –Su mirada me muestra confusión y asombro a partes iguales.- Si hombre... Yo soy… -Y extiende las palmas de las manos hacia arriba como queriendome empujar a que acabara la frase.
-No sé quien eres… Es la primera vez que te veo en mi vida. No dudes que me acordaría si te hubiera visto antes.
Hace un chasquido con la boca y vuelve a ponerse en jarras.
-Soy tu personaje… hombre. Soy ese personaje que andabas buscando. Tú me has creado, soy fruto de tu imaginación.
-Pero… pero… ¿Qué dices? Tú eres real.
-Soy tan real como tú quieras que lo sea. Necesitabas mi ayuda y me has creado.
-¿Como tu ayuda? En que me has ayudado además de haber echado el mejor polvo de mi vida.
-¿Pero no te das cuenta…? -Mueve la cabeza a uno y otro lado para expresar lo torpe que le parezco.- Ya tienes tu historia. Has creado un personaje, has hablado de ti y hemos dialogado. Luego hemos tenido sexo y ahora toca meter un poco de violencia.
Ella mira a su alrededor como buscando algo. Yo, con la boca abierta, dirijo mis ojos a la pantalla del ordenador y veo que el folio blanco, ya no es blanco y está lleno de palabras que desde aquí no puedo leer. Vuelvo la vista de nuevo hacia ella y veo, en su brazo levantado, una pesada figura de bronce que adornaba mi salón. La base de la escultura es un cuadrado de duro mármol y siento como lo descarga sobre mi cabeza.
El golpe me provoca un agudo dolor que recorre mi cuerpo. Su brazo no tiene mucha fuerza y sólo me levanta un considerable trozo de cuero cabelludo por donde empieza a manar abundante sangre.
Chillo, estoy aturdido, el dolor me provoca nauseas, trato de levantarme pero ella vuelve a golpearme de nuevo y aunque otra vez sin fuerza lo que si tiene es una gran puntería, porque me da exactamente en la herida de antes. Pero la diferencia es que de este viaje me hunde el cráneo. Son curiosas las reacciones del cuerpo humano, el golpe no me ha dolido lo más mínimo, apenas lo he sentido, pero es el golpe que me mata. Caigo y allí quedo inerte.
El caso de mi muerte fue noticia de portada al día siguiente y bastantes días después aún se seguía hablando del tema. La policía habla de suicidio, atípico y extraño, pero suicidio. Según dicen, sufro de trastornos depresivos, ya se sabe, ahora la depresión se ha convertido en la excusa perfecta que a todo el mundo convence, da lo mismo que sea que te encierras en casa y no hablas con nadie o que te has pasado a cuchillo a toda la familia, todo es “depresión”. Pero a la prensa eso no le vale y han encontrado una veta de morbo en mi caso que tratan de explotar y es que ingredientes no faltan. Un escritor aparece muerto sobre el sofá, en su casa, perfectamente cerrada por dentro y con la cabeza destrozada a golpes. Encima, se filtra de la investigación, que en la pantalla del ordenador ha dejado escrito su última historia en la que narra los detalles de cómo ha sido su muerte… Creo que varios editores se han interesado por la historia, se prevé que será un Best Seller e incluso ya se habla de que se va a llevar al cine.
Yo, todavía no sé que fue lo que pasó y en mi actual situación lo único que trato es de olvidarlo. Mi mente creo que hace tiempo que ha dejado de distinguir entre lo que es real y lo que no y he dejado de buscar explicaciones. Lo que si observo con amargura, es que mi cochina suerte no me abandona… Conseguí un best seller y de mí se hablará durante mucho tiempo, la única pega es que me ha costado mi cordura y mi vida… Creo que es un precio demasiado alto por una maldita historia que ni siquiera llego a acomprender.
------------------------ -------------------Esta historia es para la mejor lectora, Yolijolie, ya que de algún modo, con sus cometarios, se ha convertido en "un personaje" que me ha empujado a escribir estas historias.
Un beso.
PD. La historia también va para el nuevo amiguito/a.... ;-)
Bueno, la sensación de inmediata sorpresa la trascribí como puede ayer via email, y ahora la revivo cuando te vuelvo a leer. como te dije ayer en privado: GRACIAS por tu regalo envuelto en mil formas, las que adquieren las historias con las que sacudes el alma de quien te lee. Y gracias de todo corazón por la dedicatoria de una de tus criaturas. Aunque debo decirte que llegas tarde, porque una vez leída la hago mía para siempre.
ResponderEliminarTu atención de acordarte de quien disfruta de tus cuentos, fotografía la calidez de tu persona, imprescindible para perfilar tus personajes tan llenos de vida, teñidos de matices que sólo alguien como tú, puede conseguir con esta frescura.
Invito a aquél que por aquel casual llegue a tus letras, te lea con ganas de beberte sin dejar gota.
Eres mi refresco preferido, Akiv.
Muchas gracias.
Besos!
Nos vemos en tu próxima historia, camuflados entre tus entrañables personajes vestidos con tu buena pluma.
que tengas un día genial
Hola Jolie...
ResponderEliminarComo siempre gracias. Y lo de los comentarios te lo dije como anecdota, no hacía falta que.... Bueno, la verdad es que miento... Mi ego siempre está necesitado de tus palabras... ;-) Graciasssssssssss........
Saludetes....