Tengo que reconocer que había tirado la toalla, que me había dado por vencido, que después de una vida de sufrir desprecios, engaños y humillaciones había decidido por fin dejar de buscar alguien en quien poder confiar, a quien poder amar, convencido como estaba de que eso se presentaba como una misión imposible. Una utopía, una quimera. Sin embargo, cuando más encastillado estaba en mi postura de no volver a creer en nada ni en nadie, ella entró en mi vida como un vendaval.
Ella fue la que, con su carita inocente, sus ojos grandes y su mirada sincera consiguió echar abajo la fortaleza de mi decisión. Ella fue la que me enseñó que existe el amor incondicional, la lealtad inquebrantable, la amistad reconfortante, la sinceridad a toda prueba y me descubrió que aún existen cosas en las que creer, en las que tener esperanza. Que puede existir alguien a quien amar sin miedo a que te falle.
Ella fue la que me mostró también que es posible sentir felicidad viendo la felicidad en otro y también lo fácil que puede resultar mitigar el dolor y la tristeza más profunda con un simple roce, con un suave gesto, simplemente, con saber permanecer a tu lado.
Pero como ya saben todos ustedes, la felicidad siempre es efímera y un día gris ella me abandonó. Pero no fue por que se cansara o por aburrimiento o por egoísmo o por que encontrara algo mejor. Fue por algo todavía más corriente y normal que todo eso. Ella murió.
Pero no. No lo sientan. Yo, aunque la echo mucho de menos, no lo hago. Creo que tuvo una buena vida y una buena muerte ¿Qué más se puede pedir? Así son las cosas.
Además, me queda su recuerdo, todas las cosas que hizo por mí y gracias a ella mi vida es ahora mucho más gris.
No. Aunque pueda parecer lo contrario, no me estoy contradiciendo. Mi vida ahora es gris, pero antes de conocerla mi vida era negra, negra carbón, negra azabache. Vida plana, sombría y desesperanzada resignado a pasarla rodeado de gente pero en la soledad más absoluta. Pero ella me mostró algo de luz, un hueco, una salida, algo de luminosa esperanza en mi oscuridad. Ella me mostró que en este cochino mundo canalla y miserable donde la avaricia, la mentira, el cinismo, la hipocresía campean a sus anchas. En este mundo mal educado donde lo que prima es el “ahí te quedas” y el que venga atrás que arree existe todavía algo bueno, algo cándido, algo afable y leal en lo que poder confiar…
Un buen perro.
Ella fue la que, con su carita inocente, sus ojos grandes y su mirada sincera consiguió echar abajo la fortaleza de mi decisión. Ella fue la que me enseñó que existe el amor incondicional, la lealtad inquebrantable, la amistad reconfortante, la sinceridad a toda prueba y me descubrió que aún existen cosas en las que creer, en las que tener esperanza. Que puede existir alguien a quien amar sin miedo a que te falle.
Ella fue la que me mostró también que es posible sentir felicidad viendo la felicidad en otro y también lo fácil que puede resultar mitigar el dolor y la tristeza más profunda con un simple roce, con un suave gesto, simplemente, con saber permanecer a tu lado.
Pero como ya saben todos ustedes, la felicidad siempre es efímera y un día gris ella me abandonó. Pero no fue por que se cansara o por aburrimiento o por egoísmo o por que encontrara algo mejor. Fue por algo todavía más corriente y normal que todo eso. Ella murió.
Pero no. No lo sientan. Yo, aunque la echo mucho de menos, no lo hago. Creo que tuvo una buena vida y una buena muerte ¿Qué más se puede pedir? Así son las cosas.
Además, me queda su recuerdo, todas las cosas que hizo por mí y gracias a ella mi vida es ahora mucho más gris.
No. Aunque pueda parecer lo contrario, no me estoy contradiciendo. Mi vida ahora es gris, pero antes de conocerla mi vida era negra, negra carbón, negra azabache. Vida plana, sombría y desesperanzada resignado a pasarla rodeado de gente pero en la soledad más absoluta. Pero ella me mostró algo de luz, un hueco, una salida, algo de luminosa esperanza en mi oscuridad. Ella me mostró que en este cochino mundo canalla y miserable donde la avaricia, la mentira, el cinismo, la hipocresía campean a sus anchas. En este mundo mal educado donde lo que prima es el “ahí te quedas” y el que venga atrás que arree existe todavía algo bueno, algo cándido, algo afable y leal en lo que poder confiar…
Un buen perro.
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